lunes, 30 de abril de 2018

IR DE COMPRAS Y NO MORIR EN EL INTENTO

Como ya os he ido contando, mi extenso vocabulario en japonés se limita a ciertas palabras básicas que, llegados a este momento histórico en mi vida, he considerado que son suficientes para que, acompañadas de las sonrisas e inclinaciones pertinentes, me permitan ir a comprar con cierta garantía de éxito. Narro a continuación una situación hipotética 🙄 de cómo se desarrollaría mi visita a una tienda cualquiera: 

Al entrar, ya sé que no tiene que cundir el pánico si cada dependiente que me cruzo me dice a voz en grito: "Irasshaimase!", porque me están dando la bienvenida al lugar y sólo tengo que inclinarme un poquito y au. 

Si hay algo que no encuentro, me acerco a cualquier empleado y con un "Sumimasen"(disculpa) y previa descarga de la opción offline del traductor, le señalo en mi móvil la palabra de lo que ando buscando. Si hay suerte, me acompaña para indicarme dónde está y fin del mal trago y, si no -tras descartar la improbable posibilidad de que piloten algo de inglés- hago uso de mis habilidades de intérprete de lengua de signos y de mi amplia experiencia en pruebas de mímica en diversos juegos de mesa para tratar de hacerme entender. Si no cuela, sólo queda la opción de dibujar y armarme de paciencia porque, por mucho que intente decir que da igual, que no importa, que me voy a mi casa sin los guisantes, sin las acuarelas o sin la tinta china, los japoneses son muy tenaces y no se dan por vencidos así como así. 

Cuando ya tengo mi compra a punto, me dirijo a la caja y tras el pertinente "Konnichiwa!" (¡Hola!) espero con la mayor naturalidad posible y sin hacer caso a todo lo que van diciendo en voz alta, porque cada vez que pasan un código de barras "cantan" en modo subasta el número de productos que llevan. Es gracioso, no sé por qué en ese momento que estoy ahí plantada frente a la caja siempre pienso que cabe la posibilidad de que no se note que soy extranjera, ilusa de mí. Como al sonreír se me quedan los ojos achinaditos y al Konnichiwa ya le voy pillando la tonadilla... Pero me parece a mí que no cuela, no sé, debe ser por el pelo, que no lo tengo tan liso como ellas.

Bueno y, para terminar, sólo me queda rezar para que después de pagar, me devuelvan el cambio acompañado de un "Arigato!" al que yo respondo de igual modo, una sonrisa triunfal y un suspiro de alivio. Peeero, podrían ocurrir finales alternativos a la historia, como en los libros de "Elige tu propia aventura" (recordad que es una mera suposición, claro😅):
  1. Que al ir a pagar se nieguen a cogerme el dinero, me quede petrificada de terror, señalen insistentemente una máquina que hay a mi lado que, aunque obviamente es para efectuar el pago yo, por más que mire letras y ranuras, no pille qué narices tengo que hacer hasta que, al borde de un ataque de pánico, la cajera me coja el billete, pulse los botones correspondientes y lo introduzca ella misma.
  2. Que en lugar de darme el cambio y decir "Arigato!", vaya un "wichiwichi...deská?": Chicos, si eso sucede, hablando mal y pronto, la hemos cagao. "Wichiwichi"= ristra de palabras en japonés de la que no pillo ni media, "...deská?" señal inequívoca de que me están haciendo una pregunta. Horror. Está la opción fácil, que es que simplemente me esté preguntando si quiero una bolsa, en cuyo caso dejo de sudar y con un "Hai!" (¡Sí!) y un "Arigato!", solucionao, o la complicada, que es que me esté preguntado cualquier otra cosa. Si ocurre esto, no queda más salida que: "Watashi wa nihongo ga hanasemasen", que en lenguaje de Yoda vendría a ser "Mí no entender". Bueno en realidad sí que hay otra salida: la salida de la vergüenza que es la que, hipotéticamente, no os olvidéis, utilizaría yo en caso de que el bloqueo mental no me deje ni acceder a lo poco que sé de japonés: "Watashi wa...nihongo...no" (o si tengo algo de lucidez, acabo con un "nihongo ie". (ie=no)) o, en el peor de los casos, "Watashi wa...nihongo" + movimiento internacional de dedito índice moviéndose a derecha e izquierda repetidamente y, tras recoger mis cosas y pagar, marcharme con mi compra y la cabeza gacha.
  3. Este último caso es poco probable, lo cuento en primera persona sólo porque es más cómodo pero le pasó a una amiga 😗🎶: Después de pagar y a punto de salir por la puerta de la tienda, viene la cajera toda apurada soltando una parrafada de la que por supuesto no entiendo ni papa. Intento fallido de utilizar el traductor, porque la japonesa se niega a tocar mi móvil. La dependienta empieza a mirar en la bolsa y contar los objetos. Ella toda nerviosa, yo más, pensando que me acusan de robo, porque seguro que mi hija en uno de sus muchos "mamá, eshto me gushta, eshto me lo comparía yo" ha cogido algo y lo ha churimangao. El nivel de ansiedad crece por momentos... Ella me pide el ticket, se lo doy y me pongo también a contar los productos que llevo en la bolsa, no sé muy bien por qué, pero así evito el contacto visual y focalizo mi estrés. Quiero que la tierra me trague cuando me doy cuenta que, centrada como estaba en solucionar el problema, no me he percatado de que mis hijas han tirado por el suelo la mitad de las regaderas de juguete de una balda y se están montado su propio espacio de juego a costa de poner la tienda patas pa'rriba. Ya no sé qué hacer: huir no es una buena opción por varias razones, así que ni la contemplo, no puedo llamar a mi marido porque mi móvil es español pero llamar a mi madre y ponerme a llorar tampoco soluciona el problema y además me costaría una pasta. Vuelvo de mis pensamientos y la dependienta me señala el papel y me dice "No" y el nombre de la tienda y entonces me doy cuenta de que le he dado el ticket del supermercado🤦🏻‍♀️. De pronto me viene una luz y pongo en el traductor "¿Falta dinero?" a lo que, tan aliviada como yo, me contesta que sí con la cabeza. Buff. Todo el problema era que me había dado mal el cambio, así que dentro de lo malo, tengo el alivio de que la culpa no era mía. Bueno, de mi amiga, quiero decir.🙄
 

domingo, 22 de abril de 2018

UNA O NINGUNA

Es cierto que, a lo largo de este mes que cumplimos hoy aquí, hemos visto montooones de cosas diferentes que nos han llamado la atención pero también que hay otras tantas que nos han sorprendido por su ausencia. Pongo a continuación algunos ejemplos de esos que hemos visto "una o ninguna vez", que en ocasiones son motivo de alegría y otras veces hacen que el corazoncito suelte un suspiro por la ciudad del Turia.
  • Como ya adelanté en la entrada anterior: papeleras. Por sorprendente que parezca, no, no hay papeleras por las calles. Ya sabéis que adoro mi ciudad, pero eso no quiere decir que no sea crítica con ella. Si traslado esta situación a Valencia es un cálculo simple: Papel en la mano + ausencia de papeleras = Papel en el suelo (con esto no quiero decir que sea una mayoría  la que muestre esta actitud, pero no hay más que darse una vuelta y ver que no son uno ni dos los que escampan su basura por ahí sin miramientos). Pero no deja de alucinarme que aquí no hay ni un solo papel en el suelo. NI UNO. NUNCA. 
Esa es la parte genial: "¡Ooh, qué país más limpio!", pero cuando tu hija está costipada y se convierte en una fábrica de mocos andante que ya no das a basto de tanto sonar y los pañuelos usados invaden cada bolso y bolsillo, desearías que alguien considerara la posibilidad de poner alguna que otra papelera.

Probablemente tengan mucho que ver con lo anterior un par de cosas que no están bien vistas en muchos lugares de Japón o incluso están prohibidas y reducen notablemente la cantidad de basura:
  • La primera es comer por la calle. No va a venir un policía a multarte, pero no verás a nadie que lo haga, salvo en el Hanami, que es cuando se sientan con sus mantelitos a comer debajo de los sakuras en flor (y, por si había la menor duda, luego lo dejan todo impoluto). Me imagino a turistas japoneses tirándose de los pelos en mitad de la Plaza de la Reina mientras la típica colleta sentada en un banco los mira sorprendidos sin dejar de comer pipas y tirar las cáscaras al suelo. 
  • Lo otro es fumar, está prohibido fumar por la calle. A veces hay ceniceros en la puerta de algunos negocios o estaciones de metro, pero son escasos. Sólo he visto una persona fumando por la calle en todo este tiempo y mi marido, cuando se lo conté sorprendidísima, me preguntó: "¿Tenía pinta de chunguete?" a lo que le contesté que sí, que se le veía la chungueza a una legua: desaliñado, manos en los bolsillos, cara de malote, sujetando el cigarro con los dientes con aire de vaquero... Vamos, chungo aquí y en el pueblo de mi abuelo. Y él me dijo que por eso, que aquí como en todas partes los hay "rebeldes" y además se hacen de notar.
  • ¡Hola, Señor Grezzi! Este punto te lo dedico. Carril bici. ¿¿Qué??, ¿¿Cómo dices?? ¿¿Que en un país que está en el Top 10 de los países más bicicleteros del mundo, donde se venden 10 millones de bicicletas al año no hay carril bici?? Pues no en todos sitios y, el único que yo he visto (en Tokyo) era en la acera y compartido con carritos de bebés (como algunos de los que hay en Valencia). Que yo ya dije en su día que a mí, como usuaria de este vehículo, la idea del carril bici me parecía fabulosa, pero creo que se le fue de las manos. Hay, en la propia calzada, unas marcas azules, que es circulación preferente de bicicletas (pero sin delimitación de carril, ni bolardos ni nada) y, en nuestro barrio, lo máximo que he visto es, en algunos lugares peatonales, como unas flechitas en el suelo que pone un iconito de una bici y "Slow". Lo que hay a montones son aparcamientos para dejarlas, eso sí. 



Como nosotros queremos hacer verdadera "inmersión" en su cultura y mimetizarnos al máximo: ¡nos hemos agenciado una bici! La hemos estrenado hoy. Es muy común ver muchas como la nuestra, con asistencia eléctrica y 2 asientos para niños, ¡una pasada!.

Para terminar y relacionado con esto, os cuento lo curioso de la compra de la bici: La buscamos de segunda mano por Internet y las instrucciones de la web decían que había que pagarla en el Seven Eleven (¡en el Seven Eleven! ¡La tienda de 24h que hay a la vuelta de la esquina!), que luego nos llegaría un paquete con el cargador de la batería y unas llaves y después nos dejarían la bicicleta atada en la puerta casa. Yo no hacía más que decirle a mi marido que eso era una estafa fijo, porque además valía como menos de la mitad de lo que costaban en las tiendas de segunda mano, a lo que él me argumentaba que no, que en Japón no se engaña. Yo le decía que saldríamos en el periódico como los primeros a los que han tomado el pelo en este país. A ver, es que en mi cabeza la comparativa a la española venía a ser algo así: Nos tenemos que plantar alegremente en el OpenCor a pagar una bicicleta que hemos comprado en Wallapop, esperar a que el de MRW aparezaca en tu puerta para darte el cargador y las llaves que abrirán el candado de la bici que el de SEUR te dejará a medianoche en el portal de tu casa. 😲Súper lógico todo. Aquí será de lo más normal, pero yo me he quedado a cuadritos de colores porque no, no era una estafa:

viernes, 13 de abril de 2018

PENSAMIENTOS CON RIMA

Para la entrada de hoy
empezaba con el clima
y espontánea como soy
me ha salido hacerlo en rima.

Si aquí nos llueve muy fuerte,
en Valencia, chaparrón,
y si el viento sopla a muerte
allí os toca un buen ciclón.

Cuando el sol luce en el cielo,
yo me alegro de verdad.
y es que espero con anhelo
lo mismo en esta ciudad.

Carbohidratos, ¡madre mía!
Si no tengo bicicleta
pasta o arroz cada día
supondrá ponerme a dieta.

El reciclaje va en serio,
no es ninguna tontería,
aquí y en todo el Imperio
separan con maestría:

Las botellas por un lado,
por el otro los tapones
y con bolsas de recambio
llenan champús y jabones.

Cada brick bien enjuagado,
(yo me pongo nervioseta)
y tiran por separado
el envase y la etiqueta.

Una vez a la semana
cada tipo de basura,
si te olvidas o te empanas
¡una auténtica locura!

Si buscas contenedor
mira atento, ¡aquí se pliegan!
Papeleras es peor,
no verás en las aceras.

Esto es muy contradictorio,
mucho separar y cumplir
y de tanto envoltorio
se podría prescindir
 
No veo la necesidad,
si se va a comer igual,
de poner cada galleta
en paquete individual.

Fíjate en estos asiáticos:
publicidad, que hay por doquier,
la reparten a lo práctico
¡en pañuelos de papel!

Tras 3 semanas niponas
ya he podido cocinar
una tortilla española
(de las monas, mejor ni hablar).

Unas barras utilizan
que sirven para tender
y con pulpos luego pinzan
lo que se puede perder.

Aunque os pueda parecer
realmente una chorrada
me atreví a salir ayer
¡y no iba acompañada!







Dedicado a un gran poeta:
mi yayo, el "Señor Ramón"
Con cariño, de tu nieta.
¡Gracias con el corazón!

viernes, 6 de abril de 2018

APUNTES

  • Un miedo: Coger el coche
Y es que no es sólo que el volante esté al otro lado y se conduzca por la izquierda, es que los semáforos están en horizontal en lugar de en vertical y, en vez de antes del cruce, están después.  Luego las tres luces no siempre son los tres colores, sino que cada una corresponde a un carril, y tienes que fijarte sólo en el que está en la dirección que vas a seguir. Pero ¡ojo! que a veces si giras, el semáforo que está en la calle que tomas está en rojo, pero es que no es para ti, es para los que vienen de enfrente... ¡Ay, mi madre! A parte, espérate, que los semáforos no se ponen en verde ¡se ponen en azul! (Bueno, es un verde azulado realmente). Al parecer la explicación científica es que, hasta hace un milenio -jolines chicos, en mil años podíais haberos adaptado un poco, que habéis tenido tiempo- los japoneses no diferenciaban entre el verde y el azul, para ellos era el mismo color tanto en lo que se refiere a la denominación como a la percepción visual. A día de hoy aún perdura este "pseudaltonismo", ya que utilizan muchas veces el color azul -ao- para referirse a cosas verdes -midori-. Todo son facilidades para beneficiar mi adaptación al lugar.
A mi favor: el límite de velocidad es 40 km/h en ciudad y 100 km/h en autopista (aunque en la gran mayoría de ellas, no se permite pasar de 80), por lo que me lo puedo tomar con calma y tener un poco más de margen de reacción, y más siendo que voy a llevar furgoneta. En fin Serafín, que tengo de todo menos confianza para ponerme al volante de momento.
  • Una aventura: Que los niños vayan solos al colegio
Hoy nos hemos estrenado en esta costumbre japonesa que me ha quitado el sueño bastante tiempo antes de mudarnos aquí. En Valencia, un día a principio de curso, se me ocurrió decir que como mi hijo mayor tenía "ya" 8 años, me estaba planteando que bajara solo al entrenamiento del rugby. "¡Pero qué dices!", "¡Estás loca!", "¡Ni se te ocurra!", "Ay, pobret!"... Aclarar que el campo está a minuto y medio de mi casa y sólo tenía que cruzar un semáforo pero, claro, con tanto apoyo a mi alrededor, no se me ocurrió volver a nombrarlo, no fuera que le pasara algo al chiquillo y la culpa fuera de la inconsciente de la madre.

JA-JA-JA

Ahora vas y te lo comes con patatas, por lista. Porque sí, resulta que aquí los niños van solos al cole. Bueno, solos no, van en pelotón. Como las escuelas son públicas y los niños asisten a la que les corresponde por zona, los centros organizan a los alumnos por secciones para que vayan en grupos de diferentes edades. La vuelta ya es un poco más "libre". 
Pues bien, mal mal no ha ido, los dos están sanos y salvos en casa, pero vaya, que el pequeño (7 años recién cumplidos) que es un poco más happy, se ha venido a su rollo, ha entrado en  casa la mar de feliz y orgulloso por haber venido solo y ha puesto cara de circunstancias cuando le he preguntado que dónde estaba su hermano. "Pues creo que no ha salido aún" me contesta y tuerce el morro. Sabiendo lo responsable que es el mayor (y la facilidad con la que se agobia), ya me lo imaginaba angustiado en el colegio sin saber qué hacer. Para más inri, mi marido hoy trabajaba fuera, por lo que no tenía posibilidad ni de comunicarme directamente con el colegio, ni de salir de casa en busca de mi cachorro (porque, qué te apuestas a que salgo y viene él por otro camino y se la encuentra cerrada).  Gracias a Dios el sufrimiento no se ha alargado más de 15 minutos, cuando ha aparecido el primogénito, todo sudado de la carrera que se había pegado, informándome de que su hermano se había perdido. Tras insistirles que deben venir juntos, el mayor me dice: ¿Sabes, mamá? Como he venido corriendo por lo de Diego, casi casi me salto un semáforo en rojo (el único que tiene que cruzar, vaya). Paz y sosiego para mi corazón...  
  • Un reto: Aprender algo de japonés.
Aquí estoy, peleándome con el hiragana (es uno de los dos silabarios japoneses. Ese es el "básico" y luego está el katakana, que se utiliza para palabras extranjeras). Punto y a parte tenemos los kanjis, que son los caracteres que tienen significado en sí mismos (palabras, vaya), pero yo no aspiro a tanto, que ya las 46 letritas del primero me están costando la vida. Ayer compramos algunos cuentos en una tienda de segunda mano y se los leo a las niñas (sin entender ni papa, pero voy decodificando los simbolitos) tal cual una niña de 6 años aprendiendo a leer. Como era de esperar, mis hijos ya me dan mil vueltas.
  • Un deseo: Disfrutar de esta experiencia sin "peros" (o con pocos...)
  • Un sueño: Visitar Hiroshima. 
No es que quiera hacer ningún estudio de cómo está la ciudad 73 años después de la bomba atómica, es que es donde vivió mi marido y hace muchos años que quiero ir. Si todo va bien lo visitaremos en otoño.
Nota aclaratoria: Sí, amigos, estoy en Japón, pero mi marido trabaja, no voy de aquí para allá haciendo turismo. Venid a verme, y así a ver si me sacan de paseo.
  • Un recuerdo: El abrazo de mi familia en la puerta de la Virgen al acabar la misa por mi yaya.
Y es que estar lejos hace que las pequeñas cosas cuenten más. Pongo ese ejemplo porque fue prácticamente lo último que viví en España, me recargó las pilas y me dio ánimos para lanzarme a lo que venía por delante. Fue de esos abrazos espontáneos en grupo ("de lechuga", como le digo yo a mis alumnos) que me encantan y siempre me parecen cortos. También, unos días antes de venir, se fue la luz en casa de mis padres durante un rato largo y nos pusimos con la guitarra a cantar. Son recuerdos sencillos que me hacen darme cuenta de cuánto quiero a mi familia. Porque, ellos ya lo saben: #Familiasgrandes #Grandesfamilias
  • Una alegría: Una semana y un día después de venir, conseguí dormir toda la noche sin desvelarme.
Sin despertarme aún no lo he conseguido. Es verdad que por una parte no me molestaba, porque a las 5 de la mañana (por cierto, aquí amanece súper pronto) en España eran las 9-10 de la noche y podía hablar con la gente, que luego es un bajonazo despertarte a las 8 y media de la mañana y pensar que no puedes hablar con nadie porque estáis todos durmiendo. Aprovecho para informaros que me podéis escribir a la hora que sea, que tengo los WhatsApps silenciados permanentemente y me encanta despertarme con mensajes por leer, y los comentarios en el blog también son bienvenidos siempre.
  • Una añoranza: Pasear entre libros españoles.
Una de las cosas con las que más disfruto es ojeando y hojeando libros infantiles. Me chifla. Quienes me conocen saben de mi "bibliopatía". Puedo estar horas y tener la sensación de que han pasado minutos, por eso suelo preferir ir sola, que no me gusta que me metan prisa, aunque cuando tengo alguien con quien ir tan enamorado de los libros como yo, la emoción compartida hace que esos paseos sean aún más geniales. Cuando estuve en Londres con mi marido, le pedí entrar a una librería porque toda mi ilusión era regalarle un libro en inglés a mis hijos y disfruté como una enana. La cosa es que aquí me choca mucho porque no tengo esa sensación si no toda la contraria: me acabo agobiando por no entendender (de hecho, encontrarme un libro en inglés es una fiesta). Estoy deseando que llegue el verano para pasearme de librería en librería en Valencia y volver a sentir esa emoción.
  • Una frustración:Que vinieran a entregar un paquete de Amazon y no me consiguiera comunicar ni en inglés.
Bueno, es que yo venía pensando que con el inglés me apañaría y a los dos días me di cuenta que nanai de la China (o de Japón en este caso). La japonesa me señalaba unos números en un papel y yo: "Do you speak English?"... Cara de circunstancias de la nativa del lugar... "Do I have to sign here?" Risa nerviosa. Llama al conductor del camión que viene, total pa' ná porque tampoco me entendía. Ya no sabía qué hacer, le miraba, me miraba y va y, en un arranque de infinita sabiduría, llamo a mi hijo ¿¿¿??? No sé qué pretendía, supongo que apoyo psicológico, porque otra cosa... En fin que, por suerte apareció mi marido que llegaba de trabajar y me sacó del apuro (y del bloqueo, porque no, no se me pasó por la cabeza usar el traductor del móvil).
No os dejaré con la intriga: la mensajera quería que le pagara el paquete. Resulta que detrás de los números ponía un símbolo, que mi cerebro no había procesado y entonces aprendí una absurdez más: En el resto del mundo, para el yen (moneda japonesa) utilizamos ¥, pero aquí usan 円. ¿Que porqué? Ah, pues para marearme un poco más, supongo.
  • Una similitud: El arroz.
Mira que siendo valenciana estoy acostumbrada al arroz en mi dieta, pero esto es exagerado, ¡hasta para desayunar! Aquí lo usan en su formato blanco e insulso como nosotros usamos el pan,  acompañando casi cualquier comida. Sólo diré que donde esté un buen arròs al forn, que se quite lo demás.
  • Una diferencia: Las formas de los coches
Mis hijos les llaman "cochecubos", porque es cierto que hay muchos con esa forma. Son graciosísimos, parecen de coña. 

  • Una curiosidad: En los restaurantes hay mesas o barra para las personas que comen solas.
Creo que sólo he ido una vez sola a un restaurante (que en realidad iba con mis dos hijas pequeñas) y si hubiera podido elegir, quizá hubiera preferido este formato de "hable usted con la pared", no sé. En realidad es una buena idea, pero me da un poco de penica, que parece que los hayan castigado.

  • Una intención: Formarme
Ya sabéis que soy un poco ansias y me vengo arriba con facilidad. La realidad es que mi intención es, a lo largo de este tiempo aquí, formarme en Educación, sobre todo en lo relacionado con nuevas metodologías, porque me fascina y motiva muchísimo y en mi día a día con la faena del cole es muy complicado. La cosa es que mi prioridad es esa y prepararme para el C1 de inglés, pero luego están las "formaciones secundarias" de ocio, que ahí ya, como soñar es gratis... Me gustaría seguir haciendo cosas de costura y aprender a tocar el piano. De momento sin máquina de coser y sin piano, la cosa está complicada (porque soñar es gratis, pero hacer los sueños realidad a veces precisa de un ofertón en una tienda de segunda mano.)
  • Un proyecto: Escribir e ilustrar mi primer libro infantil 
Con mucha ilusión, sólo diré que la idea ya está en marcha y tiene que ver con Japón. Más información en próximas entregas de La Fallera con Kimono.

lunes, 2 de abril de 2018

PALABRAS MÁGICAS

Visualizad la siguiente escena, más que frecuente en España: Adulto acompañado de un niño, algún conocido le obsequia con algo y, acto seguido, casi sin darle margen de reacción al pobre, el primero le dice al segundo: "¿Qué se le dice al señooor?". O esta otra, también un clásico: el mismo niño que se nos acerca a pedir algo y, antes de dar la respuesta, les preguntamos con ese típico tono de majetes con rintintín: "¿Cuál es la palabra mágicaaa?", "¿Cómo se piden las cosaaas?"...   Pues yo no sé si a los niños de aquí les dieron tanto la murga que lo interiorizaron profundamente o que vienen con un gen que los nuestros no tienen, la cuestión es que en este país la gente es exageradamente educada, son de un "polite" que ni los ingleses de más alta alcurnia. Vamos, lo que yo llamo la cortesía llevada al extremo.

La primera situación que viví que me hizo darme cuenta, fue cuando nos presentamos a la vecina de al lado. Nuestra casa y la suya están separadas por unos pequeños matorrales y de pronto oímos a los niños: "Konnichiwa!" y que venían corriendo en plan avergonzados porque, a parte de eso, no saben decir mucho más. Nos acercamos y mi marido, en su perfecto japonés, nos presentó y les explicó que veníamos de España (eso lo entendía, porque España en japonés se dice "Supein", así como in English) y un poco nuestra situación, las edades de los niños etc. La cuestión es que cada tres palabras, la japonesa se inclinaba y mi marido se inclinaba también y, en la frase siguiente, de pronto él se inclinaba y ella respondía con el mismo gesto y así todo el rato: pa'rriba, pa'bajo, pa'rriba, pa'bajo sin parar. Y yo como una tonta, sin entender nada y por miedo a que me tomaran por maleducada, cada vez que uno hacia la dichosa reverencia ¡pues yo también!, ¡venga movimiento de cabeza y de torso! Y si mi marido me señalaba o había contacto visual con la japonesa, balanceo al canto. Al final llevaba un mareo que pa'qué... Así que al acabar la mareante conversación le pedí que me dijera el porqué de tanto vaivén y me explicó que cada vez que se presentan, saludan, se despiden, se disculpan, dan las gracias o piden algo, se inclinan... Vaya, que se inclinan por todo y para todo. Cuando tenga el máster de cuántos grados hay que inclinarse para cada cosa, ya lo compartiré con vosotros. De momento mi hija de 1 año ya ha interiorizado que si alguien le saluda, ella agacha la cabeza muy educadamente, ¡alucino!

Otro día, en el metro, el conductor se disculpó por megafonía por un retraso de 2 minutos, ¡2 minutos! Eso en Valencia se considera llegar en hora. Las ambulancias, cuando van con la sirena puesta y adelantan a un coche, dan las gracias por el altavoz😳. Y, como dato curioso, ayer en el buzón teníamos un papelito que había dejado la policía en el que nos informaban que había pasado el coche  patrulla la tarde anterior y que podíamos estar tranquilos, que no habían visto nada sospechoso, ¡no se puede ser más considerados!👇👮🚔

 

Con el poco tiempo que llevo aquí, supongo que lo que he visto es sólo la punta del iceberg pero "Lo siento", "Por favor" y "Gracias" son las 3 palabras que más he oído de momento. Para el que quiera aprovechar y aprender algo de Nihongo (que es como se dice japonés en japonés): "Sumimasen" es lo siento, "Onegaishimasu" o "Kudasai" es por favor y "Arigato"/"Arigato gozaimasu"/"Domo arigato gozaimasu" es gracias, dependiendo de lo formal del asunto. Yo ya he aprendido a decirlo siempre que hay ocasión, que me siento embajadora de los buenos modales españoles, lo que tengo que pulir es el tono cantarín: "Aarigatoooo gozaimassssu!" y a la reverencia ya le voy cogiendo el tranquillo: cada vez que me lavo los dientes practico, que con lo bajita que está aquí la pila, tengo que agacharme 90º para enjuagarme la boca.

Mi amiga Susana (¡Hola, Sus!) siempre decía que si utilizas en exceso algunas palabras, pierden su valor ... Por un lado pienso que está fenomenal que sean tan educados y correctos, pero por otra me planteo: si todo es apariencia, si es una mera formalidad, ¿tienen verdadero sentido hacerlo o pierde su esencia?