Sí, es cierto
que hay cientos, ¡miles! de diferencias entre nuestra cultura y la japonesa,
pero hay algunas que, al estar ahora de vacaciones en mi querida España se me
han remarcado más. Unas cosas son obviamente mejores aquí, otras allí y otras
dependen de gustos, así que aquí os las dejo y valorais vosotros mismos:
1. La pila: Sí, la de
fregar los platos. Ya sabéis que en Japón son expertos en hacer las cosas a lo
grande y con esto no iban a ser menos: son de un solo seno pero ocupan lo que
dos de las españolas, comodísimo para limpiar cacharrotes de cocina sin hacer
malabares. Es cierto que en mi casa de Valencia la tenemos a lo nipón (y a
mucha gente le sorprende), así que la gran diferencia para mí no es eso, sino
el desagüe. En España, para evitar -casi siempre sin éxito, todo sea dicho-
atascos y malos olores, algunas personas ponen una especie de colador
directamente en la rejilla, que luego es un poco peñazo de limpiar. En mi nuevo
hogar, el desagüe es del tamaño de un plato de café y en lugar de metal es de
plástico blando. Aluciné cuando, nada más llegar, después de abrir un huevo, va
mi marido ¡y tira la cáscara entera en el fregadero! Claro, me llevé las manos
a la cabeza y le dije que menuda cochinada... por un segundo dudé de si quizá
teníamos triturador, como en las pelis americanas, pero
cuando ya estaba preparada para argumentar que se iba a embozar, me enseñó que
al retirar el plástico, hay una especie de cubo del tamaño de un bote de
melocotón en almíbar recubierto con una bolsita que hace las veces de filtro,
que se retira y se desecha con todos los restos que han quedado en ella.
Invento útil y sencillo que ojalá exporten a nuestro país.
2. Aparcamiento: Por increíble que parezca, en Japón no se puede aparcar en la calle, de hecho para comprarte un coche hace falta un certificado de que tienes aparcamiento en casa y de que es suficientemente grande para el vehículo que vas a adquirir. Por ende, allá donde vayas hay parking. Demostrando la eficacia japonesa de la que tanto hemos hablado ya, algunos de ellos están en rampa, es decir, a medida que vas subiendo, puedes aparcar. Cuando ha venido alguien a vernos a casa, dejan el coche aparcado en la calzada sin que moleste mucho, pero donde yo vivo es una calle prácticamente peatonal, no sé qué harán en otros lugares (o si hacen una fiesta y en lugar de un coche, vienen 5...).
2. Aparcamiento: Por increíble que parezca, en Japón no se puede aparcar en la calle, de hecho para comprarte un coche hace falta un certificado de que tienes aparcamiento en casa y de que es suficientemente grande para el vehículo que vas a adquirir. Por ende, allá donde vayas hay parking. Demostrando la eficacia japonesa de la que tanto hemos hablado ya, algunos de ellos están en rampa, es decir, a medida que vas subiendo, puedes aparcar. Cuando ha venido alguien a vernos a casa, dejan el coche aparcado en la calzada sin que moleste mucho, pero donde yo vivo es una calle prácticamente peatonal, no sé qué harán en otros lugares (o si hacen una fiesta y en lugar de un coche, vienen 5...).
3. El solecico: En la costa
levantina falta que Lorenzo asome un rayo para que las terrazas se llenen, la
playa sea el planazo del fin de semana y un alto porcentaje de jóvenes y
mayores se esfuercen por broncear su piel. Allá en el Oriente pasa al revés,
reaccionan al sol como si fueran el mismísimo conde Drácula: sombrillas,
pamelas y hasta una especie de protector como los que se ponen para soldar pero
de plástico tintado.
4. Picoteo: A mí que me
encanta comer de tapas y los aperitivos, lo he echado un montón de menos porque
allí no hay costumbre. Los postres tampoco son muy típicos y la mayoría de
fruta está precio de marisco (seis mandarinas, 3 euros; una sandía, 20 pavazos
etc.). Así que nada, aquí ando entre bravas, berberechos, banderillas, helados
y melón, intentando recuperar el tiempo perdido.
5. Años:
Concretamente la forma de contarlos. No tenía ni idea de que era diferente a la
nuestra hasta que me quedé a cuadritos de colores cuando, en una visita al
pediatra, me preguntaron la fecha de nacimiento japonesa de mi hija menor.
Aunque también entienden y usan el calendario gregoriano, en todos los
documentos oficiales usan la suya, que se rige por el periodo que lleva en el
trono el emperador actual. Él es quien elige el nombre de la Era que
corresponde a su reinado. Por si os pica la curiosidad, actualmente
estamos en el año 30º de la Era Heisei. Heisei simboliza el deseo de conseguir
la paz dentro y fuera de Japón, en el cielo y en la tierra. Esta Era acabará el
año que viene porque Akihito, el actual emperador, abdicará y asumirá el trono
Naruhito, su hijo. Si nada cambia, viviré un hecho histórico de cambio de Era, olé y olé. En ascuas estoy para ver qué nombre eligen.
6. Puntualidad: El "Estoy
de camino", sin haber salido de casa o citar a la gente media hora
antes porque se da por hecho que van a retrasarse, son sólo algunos de los
ejemplos made in Spain que delatan nuestra tendencia a la impuntualidad.
Allá en la tierra del orden y la pulcritud existe el Gofun mae Kōdō, que
es la costumbre de llegar 5 minutos antes a los sitios. Conocí este hábito niponés
tras pasar la vergüenza de que, de muy buenas formas, me llamaran la atención
por llegar "tarde" a recoger a las niñas de la guardería: Salían a y
media y yo llegué a y 31... ¡Ouch!
7. La forma
de indicar "yo": Es una tontería supina, pero me hace mucha gracia: Aquí, o bien
levantamos la mano o bien señalamos el centro de nuestro pecho. Pues, aunque
parezca de chiste, el gesto que acompaña a los japoneses cuando dicen
"yo", es tocarse la punta de la nariz con el dedo índice. Nunca te
acostarás sin saber algo más.