viernes, 29 de junio de 2018

APRENDIENDO...

Acostumbro a hacer entradas en tono de humor (a veces en plan terapéutico, lo reconozco) pero hoy me permito la licencia de, si surge, ponerme más sentimentaloide y hablar más de experiencia interior que exterior. El que avisa no es traidor.

Estoy aprendiendo mucho y, creedme, de lo que menos estoy aprendiendo es japonés. Tenía la idea, y aún la tengo, de formarme mucho a nivel educativo para seguir renovándome como maestra y poder darle lo mejor a mis alumnos al volver al cole. También soñaba con convertirme en una supermadre sin capa que, libre de toda carga laboral, me volcara en mis hijos y, en lugar de vivir a contrarreloj acabando a gritos la mitad de las veces, me uniera a la tan de moda "slow life" y mi carácter se transformara en una especie de bombón recubierto de lechecondensada y miel, pecando más de empalagoso que de arisco e irascible. Pero ya dijo Calderón de la Barca que "los sueños, sueños son", así que mi realidad está siendo bastante diferente y yo sigo siendo yo, en España y en Japón. Pero eso no quita que, aunque no de la forma que yo esperaba, la vida me está educando, formando y haciéndome madurar. Estos son los temas que he estudiado este trimestre:
  • Teoría de la relatividad: Y es que ¡qué relativo es todo! Especialmente el tiempo. Creo que la mejor forma de expresarlo es con el binomio sólo/ya: "Sólo llevamos 3 meses aquí."/"Ya llevamos 3 meses aquí." Por una parte parece que llegamos ayer y por otra diría que han pasado años. Pero bueno, esa misma experiencia del sólo y el ya la había vivido con anterioridad, lo novedoso de esta lección ha sido respecto a mi relación con las personas que están lejos. He aprendido que 3 meses son suficientes para hacer balance de amistades y prioridades, saber quién está y quién no. Quién se acostumbra con facilidad a tu ausencia y a quién le importas de verdad. No lo voy a negar: es doloroso y mucho además. Existen mil justificaciones posibles a los silencios, todas válidas e intento pensar que lo que para mí ha sido un tiempo largo, para otros ha pasado en un suspiro. Además, normalmente no es la frecuencia o la cantidad de palabras lo que importa o marca la diferencia, es una actitud que se deja entrever y que va más allá. Esta materia me la he dejado para la 2ª convocatoria, el feedback de la vuelta en vacaciones me hace falta para completar conceptos y comprenderlo de una forma más significativa. 
  • Neurociencia afectiva: Sólo diré que qué complicado es vivir en la distancia las alegrías y las penas de la gente que quieres, sin poder dar un abrazo, secar las lágrimas (de emoción o de tristeza) o simplemente estando. Qué doloroso es especialmente no poder acompañar en los momentos de sufrimiento, de pérdidas de seres queridos, de dudas y miedos o, como vivo con intensidad en este preciso momento, de injusticias laborales... Aún no tengo los resultados, pero parece que me van a convalidar las prácticas.
  • Psicopatología de la emoción: La intensidad de una emoción no es proporcional a la importancia de la misma. Es la primera vez en mi vida que estoy fuera de España más de ¿15 días? Casi siempre me ha angustiado alejarme de mi casa y, por emocionante que fuera la experiencia, algo dentro de mí tendía a la vuelta "la normalidad". Es cierto que aquí desde el primer momento noté que estas cuatro paredes eran mi hogar, no me he sentido como una extraña en casa ajena, pero mis emociones han viajado en montaña rusa estos meses (aún de vez en cuando se hacen una escapadita por los loopings...) y me costaba mucho entender por qué si, objetivamente, todo estaba bien -mis hijos se habían adaptado estupendamente, iban felices al colegio, tenemos una casa preciosa, después de 2 meses y medio hemos conseguido que las niñas entren en la guardería ...- yo no podía estar contenta o al menos tendía al desánimo con frecuencia. Y es que hay un contenido transversal a todas las asignaturas que tengo suspendido de momento con muy mala nota: "Fundamentos del pensamiento autoinmune" también conocido como: "Dejar de comerte el tarro y no morir en el intento".  Gracias a algunos sencillos seminarios impartidos por sabios maestros, he podido aprender máximas como: "Perdónate", "Permítete equivocarte" o "Date tiempo". Me falta acabar de hacer el salto de la teoría a la práctica.
  • Análisis y evaluación de pérdidas y ganancias: Y es que he experimentado en muchas ocasiones aquello de "no valoras algo hasta que lo pierdes" y no me refiero sólo a la sobrasada, al Nesquick y a la fregona, si no a los bienes no materiales. Algunas cosas las he valorado por echarlas en falta, como por ejemplo la incondicional ayuda de mi madre, mi suegra, mis hermanas de sangre y políticas y otras por vivir experiencias que no hubiéramos tenido de no estar aquí, como es el hecho de recibir cartas ¡por correo ordinario! Para mis hijos (qué narices, ¡y para mí también!) está siendo una vivencia preciosa. Cada vez que entran y salen por la puerta miran el buzón y el día que hay carta es una fiesta. Poder vivir en una casa con jardín, en contacto con la naturaleza (y todo tipo de bichos vivientes que tanto fascinan a los enanos), con poco ruido de coches y mucho de chicharras, moverme en bicicleta... ¡hay tantas cosas que agradecer y disfrutar! Tengo mucha nostalgia del cole, no pensaba que lo fuera a vivir de forma tan intensa y, aunque ahora lo completaré con mi reflexión de la última asignatura, no sólo me pasa por ser mi trabajo, echar de menos a mis niños y a mis compis, sino por muchos pequeños detalles que implican a mis hijos y que no he valorado al 100% mientras los he vivido. En otra ocasión haré una entrada un poco más exclusiva de mi experiencia del cole japonés, de momento sólo diré que, aunque tiene muchas cosas positivas, me quedo con el español.
  • Psicología social aplicada:  De contenido eminentemente práctico y un tema estrella: "Empatía". Creo que esta asignatura es la que más me ha hecho cambiar interiormente: nunca volveré a mirar y tratar a una familia extranjera de la misma manera. Siempre he intentado ser delicada y facilitar las cosas, pero me he dado cuenta de que debo esforzarme aún más. Me estoy acostumbrando a que los niños por la calle o en la guarde de las niñas se me queden mirando sin ningún disimulo, pero eso sólo me hace ser consciente de lo diferente que soy para ellos y hasta me resulta gracioso. Aquí hay muy pocos extranjeros y siempre me ocurre que, al cruzarme con alguno por la calle, ambos mantenemos la mirada y en silencio nos decimos: "¡Yeee! ¡Tú no eres de aquí, estamos en el mismo equipo!". Es curioso, agradable y más anecdótico que otra cosa, pero lo que me ha marcado de verdad es vivir en propias carnes el desasosiego y la impotencia que supone no entender absolutamente nada, por mucho empeño que le pongas, y no hablo sólo del idioma, también de la cultura. Es un bloqueo angustioso. Y cuento un ejemplo de esta misma semana para intentar transmitir eso que está haciendo que nazca en mí una sensibilidad especial: Anteayer era el Jugyo Sankan en la escuela de Primaria de mis dos mayores. Se hace varias veces a lo largo del curso y consiste en que los padres estamos invitados a ver cómo se desarrolla una clase en el aula de nuestros hijos (sí, es tan aburrido como suena: te plantas de pie al final de la sala a estar de espectador de una clase magistral. Si a eso le unes que no pillas ni media, la diversión está asegurada). La cuestión es que llego -sola, porque mi marido trabajaba, y unos 20 minutos tarde porque tenía que llevar a las niñas a la guardería- y me encuentro que, mientras todos están decorando un trabajo con papeles y abalorios que obviamente han traído de sus casas, mi hijo está sentado delante de su manualidad, balanceando los pies y con la mirada perdida en el infinito. En su agenda no ponía que tuviera que llevar material y él tampoco nos había dicho nada. Puede parecer una tontería, pero a mí con esa visión se me cayó el mundo a los pies. Le había hecho una foto de extranjis para mandársela a mi marido pero no tengo el cuerpo para ponerla aquí, porque aún la veo y me duele.  ¿¡Perdona?! ¿Me quieres decir que mi hijo lleva 20 MINUTOS sin hacer nada y, por lo avanzado de los proyectos de sus compañeros, me atrevería a decir que es la segunda sesión que dedicáis a ello y NO HAS TENIDO LA DECENCIA DE ATENDERLO NI OFRECERLE NADA? Mira, es que me acuerdo y me entra una mezcla de rabia y tristeza que no puedo... Lo que me salía como madre era acercarme a mi hijo pero, recordad, estamos en Japón, aquí son muy educados y correctos, así que mi papel como madre era quedarme detrás de él (que ni siquiera se había percatado de mi presencia) y tirarme los 25 minutos que faltaban aguantándome las ganas de llorar, abrazarlo y llevármelo. ¿Y sus compañeros? ¿No tenéis corazón, no sabéis compartir, no os han enseñado a ayudar? De verdad, qué impotencia... De pronto vi que un par de padres se acercaron a las mesas de sus hijos a ayudarles y pensé que, si ellos lo hacían, yo también. Me acerqué a él y le pregunté que cómo es que no nos había dicho nada. Ni qué decir tiene que el niño no lo vivió así. Él, con su carácter feliz y sencillo sólo me decía: "Pues mamá, ve a casa y me traes cosas y así lo hago", pero yo sólo tenía ganas de que llegara la tarde para poder darle el abrazo que me estaba aguantando. Por no hacerme larga, un matrimonio súper bonico que había al lado resulta que él había vivido 3 años en Segovia y chapurreaba español y le dijo a su hija que compartiera. Luego, como iban a seguir durante otra clase, fui a casa y volví para llevarle algo más. La frustración me podía, llorando le decía a mi marido que, si eso era en una clase de artística, donde el idioma no tiene porque suponer una barrera, ¿qué clase de profesora inhumana era esa que no ayuda a sus alumnos ni tiene un poco de tacto con quien tiene una dificultad añadida? Ojo a la respuesta de mi marido (que también se había quedado hecho polvo): "Miriam, esto es Japón, la profesora no puede mostrar preferencia hacia ningún alumno, y menos si están los padres delante." ¿Preferencia? ¿¿Cómo?? Y la justificación de los niños es que aquí son muy cuadriculados. Me vais a perdonar, pero es algo que supera mi entendimiento.
...Y entonces me veo a mí misma, en alguna de las muchas clases que he tenido con extranjeros recién llegados y me siento culpable de no haber sido más atenta, más cercana, más madre con ellos y sólo pienso que cuando vuelva los trataré como quisiera que hubieran tratado a los míos, y a sus padres con la delicadeza que yo no he sentido hacia mí. Porque, definitivamente, estoy dispuesta a esforzarme para sacar matrícula de honor en esta asignatura.

    6 comentarios:

    1. Miriii. .., he terminado como tu...llorando. Cómo te siento tan cerca cuando compartes...!(aunque ya conociese la experiencia) A mi también me dolía, imaginando a mi nieto balancear sus pies mirando al infinito. Pero tu ya sabes bien que de un mal puede salir algo bueno, y así lo estás viviendo. Ánimo que esta enfermedad no es de muerte. Más importantes que los pies colgando son los besos, abrazos y achuchones q yo se q les das en casa,siii...vaaleee... A veces con gritos pero siempre queriendolos. Eso es lo importante, lo que eres: una madre perfecta en la imperfección, lo otro no existe, es una utopía.
      Gracias por esta entrada. Ya nos queda poquito para el abraceito.

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    2. Ahora la que casi casi me hace llorar has sido tú. Ya sé que no es importante (como ya decía que he aprendido en Psicopatología de la emoción, jeje), pero es duro pasarlo aunque, que todo sea eso. Mientras ellos estén bien, sé que es mi condición de madre lo que me hace sufrir, porque él no lo ve como yo. Por supuesto que poniéndolo en la balanza, hay muchísimas más experiencias positivas que agridulces, pero esta era una de esas que no me salía contar con humor...

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    3. ¡Sorprendente Japón! pero, ¡Más sorprendente es el Señor! Ya verás el día en que tu hijo comente gozosamente que un día le dejaron en el cole estar balanceando las piernas y mirando al cielo, sin reñirle, y que su madre fue a casa a propósito para traerle unos materiales. Como yo he oído, años después, "nos encerró papá en el trastero ¡y nos lo pasamos bomba!" Siempre es aconsejable y conveniente no proyectar nuestro sufrimiento sobre el de los otros, especialmente de los niños. Ya lo has dicho "él no lo ve como yo", Como sabes ¡no hay mal que por bien no venga!, es decir, Dios todo lo hace bien y bueno.
      Ánimo y besos a todos

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      1. Desde luego así es. Él está feliz y ayer trajo a casa su manualidad terminada y ni ha hecho mención al asunto. Estoy tranquila y sé que todo está bien, pero es cierto que es un aprendizaje, que me cuesta mirar con los ojos de esta cultura. A él y a nosotros estas situaciones nos hacen crecer y aprender, pero sufrir nunca apetece, desde luego. Estoy convencida de que en sus recuerdos y aventuras estarán los cangrejos de río que pesca con su hermano, las orugas, las marioosas y los renacuajos, la piscina del cole y la berenjea que trajo del huerto esxolar, y no habrá ni rastro del día que no llevó el material. :)

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    4. Qué ganas de leer una nueva entrada. Me encantan las que haces con tono de humor pero éstas tan sentimentales, tan íntimas, me maravillan Preciosas reflexiones sobre tu ánimo en mejorar en tus dos posiciones,tomo nota de las de maestra, pues me veo muy identificada contigo. Y la de mami pues en cierta manera también te puedo entender un poquito aunque todavía no sea mamá pues mis ositos sacan la parte más maternal que tengo.
      Por cierto "bien está lo que bien acaba" y Dios solo te pone en situaciones que podemos aguantar y aprender aunque en un principio solo parezca sufrimiento. Un fuerte abrazo familia. Nos vemos pronto!

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      1. La verdad es que dudaba de si escribir de esta manera o guardármelo para mí, pero hay gente que lo lee que tb está viviendo fuera de España, en otras culturas y pensé que quizá era de ayuda. Desde luego, aunque aún no seas mamá “de verdad”, tú eres una mamá osa que te pones perfectamente en la piel de lo que he sentido. Lo que tú dices, Dios no da más de lo que podemos soportar y la verdad es que no hemos tenido ningún sufrimiento grave, todo ha ido rodado así que como dice mi abuela: de bien nacido es ser agradecido.

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