martes, 20 de noviembre de 2018

TURISMO DE RESIDENTE

Y es que no es lo mismo venir de viaje que estar viviendo aquí. Vamos, que en 8 meses he visto menos de Japón que la gran mayoría de gente que viene para 15 días. Aún así no me puedo quejar, porque algo de turismo hemos hecho. Como ya he comentado en otras ocasiones, el problema de este país es que las distancias aquí son al más puro estilo Oliver y Benji: sabes que el destino está ahí, pero parece que por mucho que corras, la portería siempre está a la misma distancia. Para que os hagáis una idea, vivimos a unos 25 kilómetros del centro de Tokyo y tardamos ¡una hora! Es otra de las desventajas de ser residente y no turista, porque los turistas se mueven en Shinkansen (el tren bala), ya que la mayoría vienen con el Japan Rail Pass, un pase que les permite moverse por todo Japón con una tarifa plana. ¿Que por qué no nos lo compramos nosotros? ¡Porque es sólo para turistas! Hay que comprarlo antes de venir y nosotros, al tener visado de residente, tururú, no nos lo dan y nos sale cada trayecto por más de 100€.  Mi marido sí que lo coge con frecuencia por tema de trabajo, pero yo aún no he tenido el placer de subirme al Ave japonés.
En fin, que mi intención no es ponerme en plan reivindicativo, sino contaros un poco qué es lo que hemos conocido de Nipolandia en estos meses (si queréis información de calidad, os recomiendo la página de Japonismo, lo mío no pretende ser una guía turística). Hoy no voy a hablaros de parajes naturales, ni de experiencias concretas, sino de las 4 ciudades "típicas" que hemos tenido la suerte de conocer.
  1. Yokohama: Es la ciudad donde vivimos, aunque lo que os voy a enseñar es la parte turística, que está como a 20 minutos en coche de nuestra casa (para que os hagáis una idea, es la segunda ciudad más habitada del país, por detrás de Tokyo, y su población cuadruplica la de Valencia...telita). Lo más famoso es el puerto, conocido como Minato Mirai, una zona de rascacielos donde se encuentra el segundo edificio más alto de Japón, Yokohama Landmark Tower, que roza los 300 metros de altura, con su típica noria (los japoneses plantan una noria allá donde hay posibilidad) y un pequeño parque de atracciones.
    Al ladito está su famoso barrio chino (un barrio chino de verdad, no penséis en su homónimo valenciano), lleno de restaurantes y tiendas donde te leen la mano, farolillos, dragones... Es curioso que, dado que físicamente no había mucho contraste, la diferencia más chocante para mí fue el cambio de olores desde el momento en el que pasas uno de sus cuatro arcos de entrada.
  2. Tokyo: Valencia en Fallas. Plaza del Ayuntamiento. Hora de la mascletà. Eso es Tokyo. Petao, petao, petao. De día, de noche, con sol, con lluvia, un domingo, un miércoles...¡Uff! Yo entiendo que llama la atención, que para los occidentales es algo muy diferente a hacer turismo en España, que atrae la mezcla de tradición y futurismo, pero yo no vivía ahí ni cobrando. Aunque por desgracia lo de las masificaciones es algo común en todo Japón. Hay una cifra que me dijo mi marido que creo que os puede ayudar a haceros una idea del asunto: 5 personas por metro cuadrado, ¡5!😨. Vamos, que pasa el metro cada dos minutos y a veces no cabes. Una fiesta loca. Hay montones de sitios chulos pero eso, hazte a la idea de que siempre vas a estar bien acompañado. Mis preferidos: el templo sintoísta Meiji-Jingu. Me impresionan sus torii de madera, de unos 10 metros de altura, y también el hecho de que, en medio del barullo de la ciudad,  haya un bosque de árboles enormes donde por un momento te olvidas de que estás dentro de la metrópolis más poblada del planeta (eso sí, no lo imagines en plan oasis, que la marea humana acompaña allá donde vayas).
    Odaiba, una isla artificial a la que llegas cruzando el Rainbow Bridge, un puente colgante, del palo del Golden Gate de San Francisco, que cuenta con un gran abanico de posibilidades de ocio: museos, centros comerciales, atracciones... Tiene desde un Gundam  (un robot tipo Transformer) "tamaño real", de 17 metros, hasta una réplica en miniatura de la Estatua de la Libertad, pasando por un centro comercial que recrea una ciudad italiana del Renacimiento. Parece que hayan querido traerse trocitos de Occidente a Oriente. Como curiosidad, el metro que llega hasta esta isla (la línea Yurikamome),¡funciona sin conductor! 
    En el barrio de Asakusa tenemos el templo budista Senso-ji, que para mí es el más curioso de ver, no sólo por el templo y la pagoda que lo acompaña, sino por Nakamise-dori, la calle que llega hasta él, muy característica, llena de tiendecitas de souvenirs. Vamos, si quieres ver algo tradicional, este es un buen lugar.
    La Tokyo Skytree. Aunque "la de siempre" es la Tokyo Tower -copia de la torre Eiffel, que a estos japos les va mucho lo de plagiar ideas de otros- que este año ha cumplido 60 años, la molona de verdad es esta otra mucho más reciente, inaugurada en 2012, que alcanza los 634 metros de altura, siendo la segunda estructura más alta del mundo. Vale un dineral y la cola es eterna (puede llegar a recibir 14.000 visitas al día, ahí es na) pero oye, con el ascensor en un minuto exacto llegas al primer mirador, a 350 metros del suelo, y las espectaculares vistas de esta inmensa ciudad compensan la espera y el desembolso (al menos una vez en la vida).

  3. Osaka: Conocí muy poco de esta ciudad, pero es de la única que he disfrutado algo de la "vida nocturna" en la famosa zona (que yo no había oído en mi vida, hasta que fui) de Dotonbori. Además de las luces y la curiosa forma que tienen las tiendas de poner que abren hasta las 4 de la mañana, me llamó la atención los pulpos gigantescos que ponían en las paredes y puertas de los restaurantes donde hacían Takoyaki (unas bolitas de pulpo que están buenísimas y que, curiosamente, probé por primera vez en Londres, y no aquí). No nos dio tiempo a visitar el castillo, así que volveremos seguro.
  4. Kyoto: Como ya os he dicho más de una vez, nunca me había interesado en conocer nada sobre Japón más allá de lo que me contaba mi marido, así que, como por lo único que me sonaba era por lo del "Protocolo de Kioto" que habla sobre la emisión de gases de efecto invernadero, me esperaba una gran urbe del estilo de la capital del país, llena de enormes edificios y contaminación. Os podéis imaginar mi grata sorpresa al descubrir que es todo lo contrario: Kyoto es la "Ávila" de la isla, con un Patrimonio Cultural impresionante. Se nos ocurrió ir en la Golden Week, la semana en la que más desplazamientos hay en este país, así que imaginaos lo fluido que iba el tráfico y lo solitos que estábamos...🙈 ¿A que resulta creíble al ver esta foto?
    En próximas entradas hablaremos de Kintokiyama, Enoshima, Nokogiriyama, Nikko, Hakone y otras zonas más "naturales" que, aunque no exentas de apelotonamiento humano, me han gustado mucho más.

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