lunes, 8 de octubre de 2018

¿QUIÉN DIJO MIEDO?

Ahora que se acerca Halloween (es que estos japoneses no hay fiesta nacional o internacional que no celebren, luego dicen de los españoles), estaba yo pensando en todo ese tipo de situaciones o curiosidades que me dan un poco de mal rollete por estas tierras:
  • Mala suerte: Mientras que en España es el 13 el número con mala fama, aquí le tienen manía al 4, porque se llama "shi", que también significa "muerte" (de hecho tienen una segunda manera de decir 4, que es "yon"). Algunos hospitales y edificios no tienen planta cuarta o habitaciones con este número. Menos mal que no soy supersticiosa, porque acabo de darme cuenta que la guardería de mis hijas está en un cuarto piso...
  • Imprevistos: Hay otro tipo de miedo que no es el de "yuyu", si no el del estilo de "Oh my God! ¡No sé qué está pasando, no puedo controlar la situación!" y es que, estando en Osaka, me fui con dos amigas a cenar, ninguna de las tres sabíamos japonés y la que más tiempo había vivido en el país llevaba algo más de medio año, ¡ahí, a la aventura! La cosa es que buscábamos aparcamiento y vimos uno que era como la típica entrada de garaje, entramos lentamente, dudando de si era un párking o un limpiacoches y paramos delante de la persiana metálica, mirando al chico de turno que trabajaba allí con la duda de si nos habíamos equivocado. Esperamos impacientes e inseguras a ver si nos abría y, en vez de eso, se encaminó directamente hacia nuestro parabrisas, a lo que las tres reaccionamos con un "¡Noooo!" a grito pelao (en mi cabeza tengo el recuerdo a cámara lenta, en plan película, con voz grave y las caras de histéricas en primer plano) mientas hacíamos gestos con la mano intentando impedir que empezara a limpiarnos el cristal con...estoooo... ejem...¿un ticket? Casi nos morimos de la vergüenza cuando vimos que lo enganchaba en el limpiaparabrisas y nos indicaba que nos apeáramos del vehículo para que lo aparcara él. Bajamos del coche lo más dignas que pudimos y acabamos llorando de la risa sólo de pensar en lo absurdo de la situación. 
  • Espanto: He experimentado por primera vez un tipo de miedo que nunca había sentido: Pánico. Pánico es despertarte en mitad de la noche convencida de que está habiendo un terremoto descomunal y no puedes ayudar a tus hijos, que están en el piso de arriba. Tardé 5 segundos en darme cuenta de que era una pesadilla y, por mucho que mi marido intentara calmarme, la taquicardia y el tembleque no se me iba del cuerpo. La parte buena fue que me sirvió para poder sentarme con los dos mayores y explicarles qué debían hacer en caso de que ocurriera algo así de noche. Ya creía yo estar curada de espanto, cuando de pronto una madrugada, hace poco, los móviles y la tablet de casa empezaron a sonar con una alarma estridente mientras decían algo en japonés al unísono y en la pantalla aparecía un mensaje del que yo sólo entendía: "Alerta de emergencia". Le pregunté insistentemente a mi marido qué estaba pasando y él, con su calma chicha de costumbre, me contestó: "Está diciendo: ¡Es un terremoto, es un terremoto!". "Pero, ¡¿Qué hacemos?!" -tranquila no estaba, lo admito- ¡¿Va a haber un terremoto?!". Creo que era peor la incertidumbre de no saber si de un momento a otro todo iba a empezar a sacudirse con violencia, que si realmente hubiera empezado el temblor sin saberlo, porque tampoco podíamos hacer nada. Me explicó que suenan estas alertas en los móviles cuando se espera que haya un seísmo de categoría 5 o superior. Pero, al parecer, los japos, aunque poco, también se equivocan. 
  • Defunciones, muertes y muchas de las costumbres que rondan este tema. Por ejemplo, si venís por aquí, ni se os ocurra poner los palillos clavados verticalmente en el cuenco de arroz en público -práctica que acostumbro a hacer a diario- porque así es como se presenta el arroz a los muertos en las ofrendas funerarias. Siempre le digo a mi marido que se les van a ir las ganas de ofrecerles más el día que se encuentren el bol vacío (cosa que, por otro lado, tampoco será extraño que suceda, dado que los cementerios aquí -a diferencia de en nuestra tierra donde los camposantos suelen estar bien "amurallados" y a las afueras- están en espacios abiertos, en cualquier lugar de la ciudad o la montaña, normalmente en sitios con vegetación y donde seguro que hay animalillos a los que un plato de arroz les parece de lo más apetecible). Parece que, en ese sentido, se enfrentan a la muerte de una forma mucho más natural que nosotros. Tampoco está bien visto pasar la comida con tus palillos directamente a los de otra persona, ya que está relacionado con otro ritual funerario: después de la incineración del cadáver, los familiares recogen los huesecillos que quedan y se los van pasando de uno a otro hasta depositarlos en la urna. Sabiendo esto, la verdad es que se van las ganas de hacerlo ¿a que sí? al menos el hambre se va de un plumazo...
  • Otros: Bueno, no sé si es miedo o asco, creo que me decanto por lo segundo, pero es que aquí hay unos arañones de impresión, por no hablar de las pedazo mantis religiosas que son capaces de cargarse a una chicharra que les dobla el tamaño con una parsimonia que abruma. Bichitos de Dios...



2 comentarios:

  1. Jolín! Había puesto un comentario tonto y no se ha publicado. Es que esto de las nuevas tecnologías no van conmigo para nada! Decía que ya echaba de menos una entrada tuya y que es muy chula. Y la tontería era preguntaaar que si digo el nº 4 de las dos maneras, es decir, 44, y lo traduzco al español...¿vale si digo sillón? Ejem, dicho en japo SHI-YON. :)

    ResponderEliminar