lunes, 30 de diciembre de 2019

MI ÚLTIMO REGALO DE JAPÓN

6 meses y 20 días.

Ese es el tiempo que ha pasado desde que recibí el regalo más bonito que Japón me podía dar: Una nueva hija. Ha sido el broche de oro de esta experiencia con la que tanto hemos crecido y con la que Dios nos ha enseñado que Él todo lo puede. Y fue precisamente en este culmen cuando, de forma inesperada, nos tocó hacer las maletas definitivas de vuelta a nuestra tierra. 

Así recibimos la noticia, de golpe y porrazo, a 5 días de dar a luz, con la defensa del Trabajo de Final de Máster a la vuelta de la esquina y la boda de mi hermana en un mes.  ¿Ahora? ¿Precisamente ahora que los niños están fenomenal y que había empezado a cogerle el gusto a este sitio? ¿NO HABÍA MOMENTO MEJOR? Cuántas veces me hice esa pregunta hace unos meses, cuánta incomprensión, lágrimas y estrés. Todavía, casi medio año después de nuestra vuelta, me cuesta de asimilar y me duele nuestro atropellado retorno: no haber podido ni visitar la ciudad donde mi marido creció, que mis hijos hayan tenido que dejar a sus amigos de los que tanto estaban disfrutando este último tiempo, ahora que ya estaban volando con el idioma y que empezábamos a recoger los primeros frutos del huerto de mi mediano... ¡Quién me iba a decir a mí que no me querría ir de Japón! En realidad me alegra descubrir que, a pesar de las dificultades, he aprendido a amar a aquel extraño y lejano lugar y que no cambio por nada todo lo vivido allí.

Y, como el objetivo principal de este blog no es otro que el de ser mi diario personal para no olvidar nuestras vivencias y experiencias en el Imperio del Sol Naciente, no podía echar el cerrojo sin documentar cómo llegó al mundo nuestra pequeña garbancita japonesa. Así que, allá voy:

La historia, como podéis releer en el apartado "Embarazo", se quedó en que el 7 de junio, ante una puntual bajada de pulsaciones de la nena, decidieron citarme para tres días después. Allí nos plantamos el día 10, tan tranquilos, sabiendo que todo iba a ir bien porque simplemente es que los nipones son muy cuadriculaos y se alarman con cualquier cosa que se salga de su esquema. Pero resulta que, tras nosenicuánto rato con los monitores puestos, va y me da un jamacuco. Ay, Dios mío. Mareazo al canto, sudor frío, vista en blanco... Informo a mi señor esposo de que esto tiene toda la pinta de que me va a dar un síncope de un momento a otro, a lo que él me contesta que no pasa res, que como estoy tumbada, aunque me desmaye, no me caigo. ¡Pero es que me encuentro fatal-fatal-fatal! Que nada, que no me preocupe, que estoy en un hospital y no hay lugar mejor para estar cuando uno se encuentra mal. No doy crédito. Para que comprenda la intensidad de mi malestar, le hago saber, desdiciéndome de opiniones previas que, en caso de que me muera, le dejo casarse con otra. Entre risas me dice que no me agobie, que no me voy a morir y, aunque es un hombre sincero donde los haya, confieso que me costaba creerle. Cuando ya toda la sangre vuelve a circular correctamente por mi cuerpo, intentando no parecer una resabidilla en plan: "Mi indisposición ha estado provocada por la compresión de la vena cava, al haber permanecido de forma prolongada en decúbito supino", por medio de mi traductor marital le digo al doctor simplemente que, según lo que me habían explicado en otras ocasiones, probablemente toda la fiesta que acabo de vivir es consecuencia de haber estado tumbada boca arriba. El hombre flipa. Dice que lo normal es que las mujeres se alarmen y que ahí estoy yo, justificando lo contrario. Según él, podía ser al revés, que le pasara algo a la peque y por eso me haya dado el yuyu, así que su consejo es que me quede ingresada para mantenerme monitorizada. A 10 días de la fecha probable de parto y siendo que jamás había dado a luz antes de salir de cuentas, el plan me descuadra completamente. Ilusa de mí le digo: "Entonces me quedo esta noche y, si todo va bien, mañana a casa, ¿verdad?" Pues no, me quieren tener vigilada por si hay que hacer una cesárea de urgencia y, en caso de que todo esté correcto, me lo inducen al día siguiente, por prevención... muy japo todo. Después de analítica, electrocardiograma y otros "por si acasos", un segundo mareíto me convence de que lo mejor es quedarme. 

Como ya comenté, a mi esposo no le dejan hacer noche en el hotelito y además, por falta de camas libres, me iban a poner en habitación de 4, por si no tenía agobio suficiente. Al final, el médico propone que me lleven a un paritorio libre y, oye, ni tan mal:


Zona con tatami, tele, microondas y hasta un furo completito. Yo que siempre había deseado poder dar a luz en una habitación con ducha y, ahora que tengo hasta bañera, sé a ciencia cierta que no lo voy a usar. Jopé. Y ahí me quedo, a las 4 de la tarde, más sola que la una, con el móvil al 35% de batería, rezando para que todo trabajador que entre hable inglés o se exprese muy bien por señas. Pero no os penséis que no tenía nada que hacer ¡qué va! Resulta que en mi planning de ese día, en lugar de una estupenda estancia en hospital, yo tenía previsto defender mi TFM, por lo que, después de poder ver a mis hijos un ratito y que mi marido me trajera el portátil (y cargador😅) mantuve mi mente ocupada organizando una exposición que, de forma inesperada, había pasado de ser prioritaria a convertirse en algo completamente intrascendente. Y así de surrealista todo: con el wifi del móvil, desde el otro lado del mundo y en bata de hospital, hice la defensa de Trabajo de Final de Máster. Fue una experiencia preciosa, no lo voy a negar, y de esos momentos en los que eres consciente al 100% de lo que es realmente valioso en la vida, por encima de trabajo, títulos universitarios y reconocimientos. Vamos, que me daban absolutísimamente igual mis pintas, la vergüenza, aprobar que suspender, porque lo único que deseaba era tener en brazos a mi princesita oriental. 

Entre el Google Traslator, mímica y el comodín de la llamada, salvamos decentemente la barrera comunicativa de la tarde-noche. A pesar de que los nervios y la incómoda camilla no me lo pusieron fácil, conseguí descansar y, al despertarme a las 7 de la mañana para empezar con la oxitocina, estaba bastante animada. Cuando se abrió la puerta y apareció una sonriente matrona al son de "¡Buenos días!" en perfecto castellano no me lo podía creer. ¿Cómooooo? ¡¿¿Hablas español??! Pero la ilusión se desvaneció rápido, eso era prácticamente lo único que sabía en mi lengua esta increíble profesional, nuera de un alicantino, que fue un ángel para nosotras. La decepción no duró mucho, al comprobar que hablaba un correctísimo inglés y que, a pesar de tener ya el gotero ¡me dejó desayunar!

Me habían dicho que podría utilizar la pelota de pilates durante la dilatación, pero se lo repensaron y decidieron que era peligroso porque me podía caer (¿os he mencionado alguna vez cuánto les gusta la prevención a los japoneses?) y en su lugar me sacaron esta especie de balancín que usé media vez. Hablando de prevención: cada treinta minutos venían dos enfermeras que, antes de subirme la oxitocina, comprobaban mi nombre en la pulsera, el gotero y la hoja de registro. 

EN LOS TRES SITIOS

LAS DOS

CADA VEZ


A partir de las 9am dejaron pasar a mi marido, lo cual fue un descanso enorme. Ya con la oxitocina a tope, no coló lo de dejarme comer pero, como la comida "estaba incluida", se la trajeron a mi marido. Y él tan feliz.
No voy a entrar a contar en detalle la laaarga espera posterior, solo diré que, tras seis horas con la oxitocina a full y no haber dilatado nada respecto al comienzo, me dijeron que, si cuando volvieran a reconocerme no había cambios, desmontaban la paraeta y al día siguiente vuelta a empezar. Creo que fue uno de las situaciones de mayor autocontrol de mi vida. Mi cuerpo me pedía gritar, llorar y patalear, pero sabía que eso solo empeoraría las cosas. No entendía nada. Porqué, si me había mantenido tranquila, si todo parecía ir bien, aquello no avanzaba. Es muy difícil plasmar por escrito el bajonazo y la angustia del momento, pero me sentí muy acompañada por los que tenía conmigo allí y los que estaban a miles de kilómetros, y eso me animó a seguir, no sin sufrimiento. Dos horas más tarde había avanzado, pero solo 1 cm, así que decidieron romper la bolsa y en 37 intensísimos minutos, en los que hasta ofrecí soborno -sin éxito- a la matrona para ver si me chutaba algo, teníamos a la chiquitina con nosotros. 

Lo que quiero guardar para siempre en mi recuerdo son las vivencias positivas de esta nueva vida:  Como ese instante en el que, en medio de la vorágine de preparativos para recibirla, la matrona tuvo el detallazo de coger una foto con mis hijos que yo había pegado en un armario y ponerla a mi lado para que la tuviera a la vista...

Y, entonces, llegaste tú...

... y lo cambiaste todo. Y demostraste que el corazón de una madre se ensancha con cada hijo. Y ya no me importaba la soledad, porque en realidad no estaba sola: estaba contigo y eso me bastaba. Y corto ya la parte emotivo-caldosa, que me pongo ñoña y no acabo.

La primera noche fue en habitación de cuatro, separadas por cortinas y escaso espacio para una silla al lado de la cama. Le dejé claro a mi marido que me explicara bien bien el planning médico, no fuera a ser que se llevaran a mi baby de pronto y yo no supiera para qué (miedo a que me la robaran no tenía que, como decía un amigo mío, era fácil saber que la mía era la de los ojos redondos). Él me dijo que entre las 00 y las 06 le harían la prueba del talón y que a las 4:30 de la mañana se la llevarían a hacerle la revisión médica. De hecho, me aclaró que había visto en la hoja de registro que vendrían a las 4:37, oséase, 12 horas exactísimas desde que nació. Ríete tú de la puntualidad británica. La cosa es que, con unos minutos de adelanto llegaron y me dicen: "Shawa" haciendo un gesto como de pasarse la esponja. Con mi nivelazo de inglés y de lengua de signos, hice la deducción rápidamente mientras pensaba: "no-es-posible". Pues sí que lo era, lo supe en cuanto llegó mi criatura con olor a jabón y el pelo repeinao. ¿En serio hacía falta despertarnos de madrugada para darle su primer baño? ¡Que no se iba a volatilizar con los rayos del sol si esperábais al amanecer, eh! En fin, que es así y es así, punto.

Antes de la segunda noche ya nos pasaron a habitación individual, lo cual agradecí, no solo por el espacio, sino porque ya no me preocupaba que me despertaran los churumbeles de las demás o la mía no dejara dormir a los suyos, y además no tenía que pedir hora para ducharme. La cuna, transparente y verde pistacho, igualita que las que hay en La Fe, disponía de un sensor que pitaba al detectar que se extraía al bebé sin previo aviso o si este dejaba de respirar. High level. La cuestión es que tenías que darle a un botón al ponerla o sacarla de ahí, (cosa que yo hacía pocas veces, ya que la tenía bien pegadita a mí todo el tiempo) y no sabéis la de sustos que me pegué, porque a mí se me olvidaba desconectarlo todas las santas veces...
Puede parecer una tontería, pero yo creo que es un súper invento: pantalla en el baño desde la que puedes ver lo que pasa en la habitación y así controlar al neonato. Madres del mundo, ¿a que estáis conmigo en que es un puntazo? Además de las cosas molonas, también había incomodidades, como que tenía que bajar yo a otra planta a la revisión en lugar de venir ellos a mi habitación o que no me dejaban andar con la bebé en brazos. Y niponadas del estilo de tener que apuntar cada comida, pipí y popó; tomar la temperatura de madre e hija tres veces al día (que, por cierto, a los chiquitiflaúticos se la toman en el cuello) o que a mi hermano, recién llegado de España, no le dejaran pasar a conocer a la nena por si traía alguna infección del ultramar. 

Al tercer día y para mi sorpresa, vinieron con una especie de llavecita y le quitaron la pinza del cordón umbilical. Hablando de estos restos de unión materno-filial, para los que no vieron en el instagram, os comento que, al poco de nacer, es costumbre en Japón regalar a la madre una cajita que en su interior contiene un trocito del mismo. De primeras, me pareció una tradición un poco asquerosilla, pero ahora creo que es precioso (no hablo del cacho carne disecao, que no he querido volver a abrir 😥, sino del sentido).

Por lo demás, creo que me porté como una campeona respecto a la comida, y eso que era una semana de ingreso. Aunque confieso que con estos amiguitos no pude... Me miraban todo el rato.

Y de vez en cuando me tocaba mandarle un Whatsapp de consulta a mi media naranja, en plan:
ESTO...                                            ¿VA AQUÍ?


El personal del hospital fue de lo más respetuoso y amable y creo que nunca olvidaré cada vez que entraban en la habitación "cantando": Sanchosaaaan y se armaban de paciencia para intentar hacerse de entender. Ya lo dije una vez respecto a mi profesión, que a partir de esta experiencia sería mucho más sensible con el alumnado extranjero y ahora añado que también lo seré con sus familiares. Es muy frustrante no poder comunicarse y se agradece cuando alguien de verdad se esfuerza para que te sientas comprendido.

Tengo varias entradas en borradores y se me quedan mil cosas de esta aventuran el tintero, pero creo que, aunque no deje de mirar al 2019 con nostalgia y agradecimiento por lo vivido, necesito cerrar el año bajando la persiana de este blog y mirando con esperanza e ilusión a lo que nos depara el 2020. 

Japón me ha enseñado:
  • Que ámbar signfica "frena" y no "acelera". En otras palabras: paciencia.
  • Que en España somos unos gritones y nos interrumpimos al hablar. O lo que es lo mismo: El valor de escuchar.
  • Que sufrir hace crecer. Porque, por muy duro que fuera ver a mi hijo llorar en silencio mientras se abrochaba el cinturón en el despegue del primer viaje o quince meses después al oírle responder: "Ahora que por fin tenía amigos", al decirle que el próximo avión de vuelta es el definitivo, ha valido la pena todo lo que hemos aprendido y madurado.
  • Que, aunque suene cursi, "Hogar" es donde está mi familia.
Sobre todo, para mí Japón ha sido el lugar en el que Dios me estaba esperando para salvar a mi familia y sellar en mi corazón que me ama con locura.

Ya solo me queda despedirme de Japón, al menos de momento, y decir con el Padre Pío:

Mi pasado, Señor, lo confío a Tu Misericordia
Mi presente, a Tu Amor,
Mi futuro, a Tu Providencia

BENDITO SEA EL SEÑOR 


viernes, 31 de mayo de 2019

APRENDIENDO NIHONGO

Dicen que lo primero que se aprende de un idioma son los insultos pero, claro, si hablamos de Japón, el país de los buenos modales, de la cortesía y la amabilidad, es lógico que no sea así. Se me ocurrió, antes de mudarnos (y a qué mala hora), comentarles en plan gracioso a mis hijos que no se les ocurriera decir "vaca" aquí, porque significa "tonto". Jijiji, jajajaja, ay qué risa María Luisa, y luego me arrepentí, porque se pasaban el día haciendo la broma o, a cada persona española que viene a casa se lo cuentan. En fin, a lo hecho, pecho. Gracias a Dios, esa es la única palabrota que se saben.

He experimentado pequeños avances en la comunicación. Ya os conté lo curioso que me resultó aprender y ver en directo, que para señalarse a sí mismos, en lugar de poner el índice en el pecho, se tocan la punta de la nariz. Pues eso es solo una pequeña muestra del maravilloso mundo del lenguaje no verbal de esta gente que, entre otras cosas, me está facilitando comprender muchos de los emojis del Whatsapp. Y, para muestra, un botón:
  • Si hacen una equis con los brazo, que parece que te van a hacer una demostración ninja, quiere decir prohibido, que está mal: 🙅. En cambio, un círculo, pero no como hacemos nosotros de "ok" 👌con los deditos en chiquitín con finura y disimulo, sino en plan gigante exagerao alrededor de la cabeza, así: 🙆‍♀️ quiere decir correcto, bien. 
  • El típico gesto de llamar por teléfono, lo he visto hacer a la española: 🤙👂, y también en plan señora mayor con trompetilla a lo vintage: ✊👂.
  • Para decir que "no hay", "no tengo", mueven repetidamente la mano con la palma hacia abajo delante de la cara: lo mismito que hacemos nosotros cuando a uno le cantan los pies, vaya.

En mis quehaceres diarios, me ciño a intentar pillar palabras al vuelo que me den pistas sobre lo que me están diciendo: Bolsa de plástico, tarjeta de puntos, ticket del parking... y saber si tengo que responder "sí", "no", "no tengo", aunque soy consciente, por las caras que me ponen a veces, que lo mismo lo que contesto no tiene nada que ver con lo que me han preguntado.

Con esto del idioma, voy a pasitos de hormiga y aprendo más de los enanos que de los libros, porque con los primeros me comunico todos los días y los libros los abro poco, la verdad. Ya me sé que oshimai es "se acabó", porque me lo dice mi hija a modo "colorín colorado, este cuento se ha acabado", cuando termino de leerle por la noche. Matané es "hasta otra", que lo dicen en la guarde cuando nos vamos (os juro que me sonaba a "mátameee", a modo "mátame camión", porque lo dicen así en tono infantil y como muy cantarín, pero ya suponía yo que eso no podía ser).

Me parto, porque cuando empezaron a hablar niponés, lo que hacían era, por ejemplo, simular conversaciones entre  dos muñecos con las típicas frases que oían en el cole y en la guarde a diario. Haciendo la traducción más cercana que puedo, porque hay cosas intraducibles, les quedaba un diálogo de besugos tal que así (ponedle la voz que consideréis):
- Muñeco 1: Minnasan ohayou (Buenos días a todos)
- Muñeco 2: Shitsurei mashita (He molestado)
- M.1: Arigatou gozaimasu (Muchas gracias)
- M. 2: Korewa, nani? (¿Qué es esto?)
- M. 1: ¡Narande, kudasai! (¡Poneos en fila, por favor!)
- M. 2:  Koko ni oide (Ven aquí)
- M. 1: Gochisou sama deshita (Ha sido un señor banquete. Es lo que dicen al terminar de comer, vendría a ser el "Gracias a Dios, hemos comido un día más", que dice mi padre.)

La question is que mis hijos están lanzándose a charrar en japonés en casa con más frecuencia, lo cuál me parece fenomenal y me hace mucha ilusión, pero tiene el contra de que estoy empezando a necesitar traductor en determinados momentos cuando se dirigen a mí y me sueltan alguna niponada, a veces sin darse ni cuenta.

Me resulta súper gracioso y sorprendente la cantidad infinita de onomatopeyas que existen. En español, utilizamos este tipo de palabras sobre todo para ruidos de animales u objetos (léase: guau guau, para el ladrido, tic-tac para el reloj, chuf chuf para el chufchuf...) pero aquí, algunas no se parecen en nada a la versión original, y otras se refieren a situaciones o elementos que no producen sonido. Descripción gráfica o, como diría Goyo Jiménez, no lo digo, lo hago: Ayer por la mañana, estoy haciendo arroz al horno y se acerca mi mediano, que no había ido al cole porque estaba malito: "Mmmm!(onomatopeya española), kun kun". Le miro, me mira, sonríe y se va 🤷‍♀️. Aparece mi marido por detrás riéndose y me dice: "Kun, kun es la onomatopeya para oler". Jolín, "snif, snif" aún tiene algo de parecido, pero kun kun... Otro ejemplo práctico, de anteayer: Mi chica mayor, 4 años, se queda observándome y me dice: "Mamá, esos pendientes son guru guru." 🤨 No tiene nada que ver con la espiritualidad oriental, guru guru, es la onomatopeya de una espiral (o de girar, rodar...) y tenía toda la razón del mundo la niña, mis pendientes eran guru guru total.

Kira kira es la que usan para brillar, sube sube para las cosas suaves, giza giza para las rasposas... Lo dicho, hay cientos. Les mola mucho lo de los sonidos repetidos, por ejemplo, en estas fechas es muy común el Teru teru bouzu, unos muñequitos hechos de tela (yo creía que eran fantasmitas, pero nada que ver) que se cuelgan de las ventanas para que traigan el buen tiempo. Hace un par de semanas en clase de mi segundo los pusieron, porque tenían excursión al día siguiente y había previsión de lluvia -como casi todos los días en estas fechas- y oye, la misma efectividad que ofrecer huevos a Santa Clara... en resumen, que ya se irán el día 6 si San Isidro Labrador quita el agua y trae el sol.





lunes, 15 de abril de 2019

ESCUELA JAPONESA: MITO Y REALIDAD

Empezamos nuestro segundo curso en el Lejano Oriente y, con motivo de la vuelta al cole, aprovecho para contaros lo que he ido conociendo de la escuela durante este, ya cumplido, primer año aquí. Hay muchas cosas que, o bien había oído antes de venir, o me han ido llegando en estos trece meses y, aunque no puedo confirmar o desmentir todas al 100%, pretendo despejar algunas dudas que rondan al sistema educativo japonés:
  • Van todos con uniforme al colegio: MITO. Es una decisión que se toma por ciudades o prefecturas. En el caso de Yokohama, no lo utilizan, muy a mi pesar, y la única norma es que vayan decentes y sin llamar la atención. Me resulta sumamente curioso que esto es así en el shōgakkō (Escuela Primaria), pero en chugakkō (Secundaria) sí que lo utilizan, cuando en España la tendencia es la opuesta. Para curiosidad, la siguiente: uniforme no, pero la mochila escolar a lo largo de Primaria es la misma para todo el país. Sí, sí, has leído bien: ¡todos igual! Recibe el nombre de randoseru y se lleva utilizando desde 1887, ¡alucina, vecina! Tradicionalmente solo existía en dos colores: negro, para niño, y rojo en el caso de las niñas, pero, hace unos años, se liaron la manta a la cabeza y, aunque el diseño del mochiloncio sigue siendo el clásico cuadradote de kilo y pico de peso (exacto, el que lleva Nobita), en un arranque de modernismo, ampliaron la variedad de colores. Mi marido apunta que la mochila está así pensada para que, en caso de caer hacia atrás, no se golpeen la cabeza. Pobrets, les pasará como a las tortugas cuando caen sobre el caparazón y no pueden darse la vuelta...

  • Limpian ellos solitos la clase y el colegio: REALIDAD. Así es. Todos los días, después del recreo del comedor, dedican 20 minutos exclusivamente a limpiar las aulas, los baños y otras estancias del colegio. Es algo que tienen interiorizado y que considero realmente educativo. Ya que hablamos de lo "estructural", aquí nada de colegios futuristas, con tablets o pizarras digitales: Todos los colegios son igualitos, conservados inalterables desde hace 60 años, decentes pero gastaetes.
  • Se sirven solitos la comida:POS SÍ. Comen en el aula junto con el tutor y semanalmente hay encargados de bajar a por la comida y servirla, por supuesto, todos con sus gorros, batas y mascarillas, que ya sabéis que aquí, higiene ante todo. Mis chicos siempre están deseando que les toque de kyūshokutōban 😊.
  • Las clases y los materiales son completamente gratuitos: VERDAD A MEDIAS. Los libros sí que son gratuitos, que no es poco, pero el uniforme de educación física y los materiales no (y la dichosa randoseru cuesta una media de 250 pavos😓, aunque te los gastas solo una vez). Ya que estamos con las curiosidades: para Educación Física utilizan una gorra reversible, por un lado blanca y por el otro roja, que me parece súper práctica para hacer equipos.
  • No existen los maestros sustitutos, si el maestro falta, los alumnos trabajan solos: SÍ, Y SU MASCOTA ES UN UNICORNIO. Este es uno de los bulos que más veces me ha llegado estando aquí y, la verdad, no sé de dónde se lo han sacado. Como en cualquier colegio de nuestro país, si un profesor está enfermo o no puede acudir por la razón que sea, uno de los que tiene guardia se hace cargo de esa clase. Que, por muy japoneses-correctos que sean, no dejan de ser niños, otra cosa es que no la líen tanto como nuestros alumnitos en ausencia de autoridad adulta, eso es otro cantar. Están acostumbrados a mucha clase tradicional, mucha disciplina aunque no como la de España de hace unos años, de hecho los profes ni gritan ni castigan, pero los niños saben guardar silencio, estoy convencida de que es una mutación nipona, un avance genético que tardaremos siglos en alcanzar.
  • Apenas disfrutan de vacaciones y tienen muchos deberes: TE LA COLARON, AMIGO.  En verano tienen un mes y pico, en Navidad exactamente los mismos días que en España,  también tienen dos semanas en marzo-abril, que coinciden con el cambio de curso, una semana en mayo (la denominada "Golden week", que además este año se solapa con el cambio de era por el nombramiento del nuevo emperador y nos hemos juntado con diez días sin cole), además de bastantes festivos "sueltos", prácticamente uno al mes. Sí que tienen deberes, pero suele ser una página de lengua y /o matemáticas al día y en muchas ocasiones tienen tiempo de hacerlo en clase. 
  • Hay clase de lunes a sábado: NON È VERO. Ya hace muchos años que no es así, salvo días muy puntuales o colegios privados.
  • Tienen muchas más horas lectivas de clase que en España: UY SÍ, 16😒 . Mientras que en España de las 8h que suelen pasar en el centro diariamente, 5h son de clase (más los tiempos de recreo y comida), aquí pasan 6/7h al día en la escuela, de las cuales sólo 3:45/4:30 son lectivas (el resto es descanso, comida y limpieza). Igual que en los ultimos años en nuestro país, sus sesiones son de 45 min, el mismo tiempo que emplean para comer, y los descansos y tiempo de limpieza son de 20 minutos. Una cosa que me gusta mucho y que envidio de la educación japonesa es que, en contraste con tanta clase magistral, salen del centro con frecuencia, para aprender en el parque, en el barrio... ¡y no hay que firmar autorización! Me llama mogollón la atención, aunque lo cierto es que no lo acabo de entender, que no tienen un horario semanal fijo. Sí en cuanto a la duración de las clases, pero no en lo que respecta a las asignaturas: Cada día les hacen apuntar las materias que tendrán al día siguiente. Además, a principio de curso (recordad que aquí eso es en abril) y en septiembre, terminan 20 minutos antes las clases porque es la época en la que los profesores tienen las entrevistas con padres. Me voy a pedir a los Reyes Magos que exporten esta costumbre a España.
  • Hay piscina en todos los colegios: ¡SÍ! Salvo contadas excepciones. La cuestión es que sólo la utilizan en verano, porque no es ni climatizada ni cubierta ni na y, entre el periodo de vacaciones, que ya hemos dicho que es de más de un mes, y las lluvias del tsuyu, al final está más de adorno que otra cosa. Otra estancia que hay en todos los coles es ¡la enfermería! A ver si en España tomamos ejemplo pronto.
  • Los niños japoneses no hacen exámenes hasta 4º de Primaria: JUAS, JUAS, JUAS. Esta fake new se lleva la palma, por número de veces que me ha llegado por cadenas y mensajes, y por subrealista. Puedo hablar a partir de 2º, que es el curso que hizo el año pasado mi mediano, y tuvo exámenes prácticamente desde el minuto cero. En 3º había semanas que el mayor se examinaba de kanjis a diario. Tened en cuenta que su sistema de escritura se basa en estos símbolos y existen miles. En 1º han de aprenderse 80 (además de los silabarios hiragana y katakana, como ya os comenté), en 2º, 160, en 3º, 240 etc... hasta llegar a conocer los 1900 "básicos" al terminar la Secundaria. Vamos, nuestras 27 letras del abecedario son de chiste. Lo que sí que es verdad es que no existe la repetición, se promociona de forma automática independientemente de las calificaciones. De hecho, cuando llegamos al cole el año pasado le preguntamos al director si teníamos que traer las notas de España y nos dijo: "¿Los niños saben comportarse y son respetuosos? Pues es suficiente". Pero no todo es tan de color de sakura 🌸, esto que he contado sucede en primaria y secundaria, cuando pasan a la escuela superior, están ya "clasificados" por nota, y les asignan el instituto según esto. Imaginaos a todos los alumnos de malas notas (que suelen coincidir con los disruptivos) juntitos. Aquello es jauja, los chavales comiendo en clase, gritando, amenzando a los profesores... ¿A que no os imaginabais esta cara de Japón? Pues sí, también existe, y no tiene nada que envidiar a la española.

    jueves, 7 de marzo de 2019

    MI PARTICULAR 8-M NIPÓN

    Me siento frente al ordenador con un popurrí de ideas y sentimientos en mi interior. Nos acaban de confirmar 100% seguro que, cuando dé a luz dentro de 3 meses y medio, mi marido podrá estar en el parto, pero luego tendrá que ceñirse a un horario de visitas que supondrá que yo pase 15h de las 24 que tiene el día, sola. Sí, es obvio que estoy en un país desarrollado donde, a nivel sanitario, estaré atendidísima, pero no para de rondarme por la cabeza la relación que establezco entre este hecho y que mañana sea el Día de la Mujer. 

    Siendo sincera, me desagrada profundamente toda la politización que se ha hecho del asunto, leer el manifiesto de la Huelga del 8-M y no sentirme identificada para nada, que parezca que ser feminista signifique odiar a los hombres y culparlos de todos nuestros males, que quieran hacernos creer que no se puede ser feminista y católica, que emplear el plural en masculino suene a despreciar a la mujer, que se relacionen conceptos como aborto y feminismo... Me sale humo por las orejas de leer comentarios y artículos en las Redes Sociales relacionados con el tema y la mayoría con un tinte político (y me la trufa que sean los verdes, los rojos, los naranjas, los morados o los azules), como si los Derechos de la Mujer fueran propiedad de algún partido.
    Todo esto venía porque hoy he sido consciente de uno de los logros que se han conseguido en España en favor de la mujer en los últimos tiempos y que ahora siento que me privan de él: Mi derecho a estar acompañada en el postparto inmediato por la persona que yo elija. El alumbramiento y el puerperio no son una enfermedad ni un tabú, es el hecho más natural que existe, algo por lo que ha pasado cada una de las madres de este planeta y, qué queréis que os diga: mejor en equipo. Por supuesto, un buen grupo médico nos da una tranquilidad enorme, que no es moco de pavo en momentos así, pero mi apoyo más grande siempre ha sido mi marido.
    Sí, yo soy la que siente las patadas desde el interior, la que vive las contracciones, la que empuja, la que da a luz y la que la alimenta exclusivamente día y noche al inicio de su vida. Pero él es el que me anima cuando se me van las fuerzas, el que me susurra que todo va a salir bien, el que coge mi mano y me empodera (que poco me gusta esa palabra, pero define muy bien a lo que me refiero); el que la mece y la tranquiliza con su voz, que ha escuchado durante meses ahí dentro, y el que, al fin y al cabo, ha colaborado en un 50% en el hecho de que esta niña venga al mundo.

    Y, después de este discurso tan ideal y con tintes tan románticos (y no por ello menos realista) puntualizo: también él es el que está ahí para deshacerse del meconio, esa masa petrolífera que nadie entiende que salga de un cuerpo tan diminuto e inofensivo; el que me acompaña intentando que no me desmaye cuando voy al baño por primera vez, aunque parezca una borracha despeinada; el que me acerca a la enana o me ayuda a cambiar de posición si no puedo porque los puntos que han puesto en mi cuerpo como consecuencia de traer a este bebé al mundo me hacen la vida imposible (y no digamos si se diera el caso de que fueran grapas...); el que se pasea por la habitación balanceándose a ver si consigue que los gases abandonen el cuerpo de la pequeñaja y podamos dormir todos en paz; el que le cambia de ropa las veces que haga falta porque parece mentira que, con la de potingue lácteo que expulsan los recién nacidos cuando eructan, sigan creciendo con normalidad; el que me pone el hombro para que llore, o se ríe con mis carcajadas, o me mira a los ojos sin descifrar qué sentimiento es el que me invade ahora porque las hormonas me están regalando un viaje en montaña rusa... En resumen: el que hace esa labor que ninguna enfermera, por maravillosa que sea, puede suplir completamente. Y ojo, que no he entrado en el tremendo contra que supone no pillar ni media en caso de que haya cualquier complicación o se lleven a mi niña y yo no sepa si pasa algo o es una prueba rutinaria... pero parece que la barrera lingüística y cultural no es motivo suficiente para hacerle un hueco en la habitación.
    ¿Sobreviviré? Por supuesto, no estoy hablando de que sea un tema de vida o muerte, ya sé que puedo con eso y más y que voy a estar súper cuidada seguro, pero sí, aunque no les vaya a hacer cambiar, hoy quiero reivindicar mi derecho como mujer y madre a no vivir este momento en soledad, porque en este país se considera que mi marido puede perjudicar la "seguridad, comodidad e higiene" del lugar y decenas de imágenes molonas proyectadas en la pared de mi habitación no lo sustituyen.

    Quizá haya muchas que lean esto y piensen que su experiencia de la maternidad no tiene nada que ver con mi relato, pero eso no lo convierte en falso, de la misma manera que el hecho de que haya hombres maltratadores, opresores y machistas no es excusa para decir que todos lo son ni es motivo para excluirlos de la lucha por nuestros derechos. Reivindicamos la igualdad y lo que veo en las redes con demasiada frecuencia es que muchas mujeres están haciendo con los hombres justo lo que denuncian que se ha hecho con nosotras a lo largo de los siglos: despreciarlos, marginarlos e infravalorarlos.
    Hoy siento la necesidad de decir bien alto que, en la realidad de mi vida, los hombres suman y no restan, que las personas de sexo masculino con las que me relaciono no son mi enemigo, sino que son una ayuda enorme, igual que las mujeres que tengo cerca.
    Este es el que considero el verdadero feminismo y con el que me siento identificada: Creo que juntos somos mejores.

    jueves, 21 de febrero de 2019

    ¡AL AGUA, JAPOS!

    El momento del baño es todo un ritual en Japón y, a pesar de la agitada vida que caracteriza a estos orientales, casi parece que rinden culto, no tanto al hecho de asearse, sino al placer sumergirse en el agua y relajarse. 
    • Ofuro
    Para que os hagáis una idea de la importancia que le dan, os contaré que me había aprendido que el sitio de la casa donde estaba la bañera (que no es el mismo que donde se encuentra el inodoro, como en occidente) se llamaba "furo" y, al llegar aquí no hacía más que oír "ofuro" por aquí, "ofuro" por allá, y ya tenía la duda de si me lo había aprendido mal, pero mi intérprete personal me aclaró que la "o" que se le pone delante es un prefijo que se le añade a algunas palabras a modo honorífico. Traducción mental para mí: Ofuro= Excelentísimo y Reverendísimo lugar de aseo y relax.
    Normalmente tienes como una antesala con un lavabo (y la lavadora en nuestro caso), y luego está el ofuro propiamente dicho, que es un habitáculo donde ya todo es mojable y que incluye, por un lado, lo que vendría a ser nuestra ducha y, por otro, Su Majestad la Bañera, que es más pequeña pero más profunda que las nuestras. 
    Los japoneses suelen sentarse en un taburete (de ahí que haya un espejo a la altura de niño de año y medio), para lavarse y enjuagarse bien bien bien antes de pasar al momento de relajación. Lo tradicional, y dado que se da por hecho que se esmeran muy mucho en que su cuerpo quede como los chorros del oro, es que toda la familia, pasando de mayor a menor, se remoje en la misma agua, por lo que no la vacían al terminar el baño. De hecho, suelen tener una especie de tapa que se pone al terminar y hay un sistema que mantiene el agua a determinada temperatura. 
    Qué queréis que os diga, nosotros lo hacemos a la española: Salvo excepción, ducha y arreando, y si alguien se permite el lujazo de bañarse, luego esa agua adiós muy buenas, hasta luego cocodrilo, au pescau, sayonara baby, pero no te quiero volver a ver en mi casa hasta que hayas desembocado en el mar, te hayas evaporado, purificado, descendido en forma de precipitación, pasado por una depuradora o lo que sea y ya si eso te recibo de nuevo en mi "obañera".


    • Onsen
    ¿Habéis estado alguna vez en un balneario? Pues yo no, así que igual lo que digo es una barbaridad, pero los onsen vendrían a ser su análogo nipón: baños tradicionales japoneses con aguas termales volcánicas. La gran diferencia radica, como he dicho antes, en todo el ritual que acompaña al asunto. Bueno, eso, y que la gente va como Dios la trajo al mundo...
    Con permiso de mi hermana, que fue la afortunada de acompañarme en esta aventura, os contaré cómo fue mi primera (y única) experiencia en un Onsen:
    En mi afán por hacer algo novedoso y chulo con my sister en su visita al lejano Oriente, le pedí a mi amado esposo que me hiciera el favor de buscar un Onsen donde ir con ella pero, por favor te lo ruego, aunque no sea muy tradicional por nuestra parte, uno en el que podamos ir con bañador, que nosotras somos muy recatadas y pudorosas. Así que, muy amablemente me dio los datos del susodicho lugar y lo apunté en el planning. Me comentó que era un sitio muy cuqui que, a pesar de estar en la ciudad, habían ambientado como un pueblo de Japón en la época del Edo (S.XVII-XIX, para los que, como yo, no son muy eruditos) y, además de la posibilidad comer ahí mismo, tenía el aliciente de que podías pasearte por el recinto en yukata (vestimenta tradicional japonesa, más ligera que el kimono). Fenomenal. Planazo asegurado. 
    Llega el gran día y, a punto estábamos de salir por la puerta, cuando mi marido me dice que, ay, se ha equivocado, que él pensaba que, como las señoritas que salían en las fotos iban con bañador era así, pero que en realidad este Onsen, aunque por supuesto con separación de sexos, es tan nudista como cualquier otro. ¡Horror, pánico, desesperación! Eso, y cabreo al canto. "¡Jolíííín! ¡Se nos ha fastidiado el plan!, ¡Pues menudo rollo!, ¡Es el fin del mundo!..." Pilláis la idea, ¿verdad? Ahí mi cónyuge intentando hacerme ver el lado bueno e insistiendo en que, aunque fuera por ver el recinto y pasearnos disfrazadas de japonesas un rato, valía la pena ir, porque era barato y además tenía un circuito exterior para los pies y blablabla. Total, que allá que nos fuimos, dirección al Odaiba Ōedo-onsen-monogatari. Llegamos, gracias a la línea de metro Yurikamome, que os comenté que circula sin conductor y ya con nuestro look de camuflaje, nos paseamos por el lugar.
    Empezamos por el circuito exterior: ¡Oh-Dios-mío! ¿¡Quién se ha inventado este sendero de tortura!? ¡Qué tormento! Yo me imaginaba algo en plan arena, chorros de agua y diferentes texturas para relajarte y recibir sensaciones agradables a través de los pinreles, pero esto era irresistible en el sentido estricto de la palabra. El problema es que, cuando te dabas cuenta de que era realmente insoportable, que la zona con agua seguía el mismo patrón de piedras puntiagudas puestas de canto y el dolor crecía por momentos, ya llevabas tanto trecho recorrido que no sabías si era peor tirar pa lante o pa tras.

    A continuación y siguiendo con el plan de sufrir porque sí, se nos ocurre meternos en la "sala del otoño" oséase una sauna a 40º de temperatura y, para mayor goce y disfrute, alternando con la "sala  del verano", a 10 graditos. Mirad, será sanísimo, tonificante, bueno para la circulación y lo que sea, pero yo, pagar para que me mortifiquen, pues no lo acabo de ver. 

    Ah, bueno, y por otra parte, allí no hacían más que darnos llaves y números: que si al entrar, casillero para dejar las zapatillas, luego brazalete con el código y la llave de la taquilla del vestuario para dejar la ropa (y las llaves de donde estaba nuestro calzado, claro). Al llegar a la sauna, cambio de ropa por una especie de pijama, con la pertiente consigna para dejar la yukata (y las llaves de la taquilla anterior, por supuesto, no se vayan a fundir). Vamos, que al hacer el camino a la inversa, yo ya no sabía si estaba en un Onsen o en un escape room.
    Por no hacerme larga, la cuestión es que, después de muchas dudas, de decidir y desdecidir veinte veces, nos armamos de valor y, oye, ya que estábamos allí, pues había que culturizarse y ver qué era aquello del Onsen. Haciendo de tripas corazón e intentando no darle muchas más vueltas, enfilamos hacia nuestro destino. 
    Al llegar te dan un par de toallas -una para llevarla contigo dentro de la zona de baño y otra para la salida- y busca taquilla donde meter tus cosas, faltaría más. Mi hermana de frente a una taquilla y yo, de espaldas a ella, en otra. La tensión se respiraba en el ambiente, yo no hacía más que pensar: "Quién me manda a mí..." y en eso oigo una voz por detrás: "Oye hermana...elige: arriba o abajo, pero esto no tapa más". ¿Sabéis cuales son las toallas típicas de bidet? Vale, pues estas medían la mitad. En fin, que ahí estábamos las dos, andando a paso de geisha, intentando cuadrar la toalla tamaño cuartilla para tapar al menos lo indispensable, no morir de vergüenza y llegar cuanto antes a la zona de baño. Entramos y toooodas las miradas se dirigieron hacia nosotras. Fantástico, justo lo que yo quería, no salté de alegría por miedo a resbalarme. Tanto por eso, como por el calor, creo que, más que "Onsen", en la puerta tenían que haber puesto "Bienvenidas al infierno". 
    Tras la desorientación inicial y con serias dificultades para pensar con claridad con tanta presión, localicé las zonas de aseo, que ubiqué por ser muy similares al furo de casa: banquetita, espejo, jabones y ¡oh, milagro! una especie de parabán que separaba unas de otras. Mientras nos lavábamos le comenté a mi compañera de martirio: "Cúchame, yo creo que llamamos más la atención intentando taparnos a modo Chiquito de la Calzada que si nos paseamos como todas y fingimos naturalidad." Tras jurar el compromiso fraternal de que, la que fuera detrás, miraba al suelo, pusimos la directa hacia las piscinas. ¡Funciona!, ¡nadie nos mira! ¡Yujuu! Yo no tenía más obsesión que encontrar la dichosa bañera de "nanoburbujas", que había leído que hacía el efecto de agua blanca, prácticamente opaca, que sería nuestro refugio hasta que se nos pasara el susto. Nos sumergimos e, imitando a resto de mujeres del lugar, nos colocamos la toallita encima del pelo, para que no se mojara. Nos miramos y, después de tanto agobio, nos dio el ataque de risa de vernos ahí escondidas entre micropompas y con las toallas para gnomo en lo alto de la cabeza. Lo mejor de todo fue que, aunque ya más relajadas y tras probar casi todas las piscinas, con el agua a punto de ebullición nuestro sensible cuerpo europeo tampoco aguantó mucho y, después de varios mareos, para evitar perder la conciencia, pegarnos un batacazo en tales apuradas condiciones, decidimos salir. 
    •   Rotenburo
    Por último, el rotemburo es un onsen al aire libre. En mi caso tuve la suerte de disfrutarlo de forma privada, porque estaba en la terraza de la habitación de un ryokan (hotel tradicional) al que fuimos una noche y era un gustazo estar sumergida en el agua, rodeada de naturaleza y con el sonido del río de fondo... Bueno, esa es la teoría, porque la realidad es que gustazo gustazo tampoco es, que no sé qué manía tienen en este país de poner el agua que parece que te van a cocinar al baño María y, entre lo que cuesta entrar en el géiser ese y la falta de oxígeno que te aprisiona los pulmones, si me dan a elegir, me quedo con un jacuzzi a temperatura española y chimpum.


     

    viernes, 8 de febrero de 2019

    LA DIETA MILAGROSA

    Hoy hemos tenido la ecografía de las 20 semanas en el hospital -lo que en España conocemos como "la Doppler"- y no sé si reír o llorar. En cuanto a la ecografía en sí, todo fenomenal y nos han confirmado lo que nos dijeron en La Fe la semana pasada: todo va bien y la niña está perfectamente (¡Sí! Es una garbancita japonesa 😍). La cuestión es que el saludo de buenas tardes ha sido el mismo que el de la última vez: que he engordado demasiado. Sí, vale, ya me sé lo de que las tablas de peso no son iguales aquí que allí, pero vamos que parece que eso ellos no lo tienen en cuenta y se empeñan en valorarme a la asiática. La matrona de Valencia me dijo que no me preocupara y que ella no le da la más mínima importancia pero, los que me conocéis, sabéis que soy bastante temperamental y me ha tocado muchísimo la moral que el prefacio de la visita haya sido otra vez "el temita" y más teniendo en cuenta que como sano y en cantidades iguales o incluso inferiores a lo normal e intento hacer ejercicio a diario. Eso, unido al cansancio producido por la anemia, el jet lag y lo hormonal característico del embarazo, pues eso, mi cara de pocos amigos creo que también se entendía en japonés. 

    Algunos soléis hacerme preguntas o comentarios en plan: "En Japón la Ciencia y la Tecnología deben ser una pasada", "Seguro que allí es todo súper avanzado", "¿En los colegios hay robots?"... bueno, pues partiendo de que en las escuelas de estos lares el método sigue siendo pizarra y tiza y que a una amiga que también vive aquí, estando de visita en mi tierra natal y casi a mitad de su embarazo, le acaban de dar la sorpresa de que lleva gemelas y en las revisiones en este hipermegaultrafuturista país ni lo habían visto, os podéis hacer una idea de que lo del progreso es un tanto relativo. Y comento esto por lo que decía de que no sé si reír o llorar: qué creéis que me ha propuesto la señora como plan para controlar mi aumento de peso, ¿algún secreto de la dieta japonesa?, ¿una tabla de ejercicios zen para embarazadas?, ¿un medicamento mágico nipón contra la obesidad gestacional?... ¡No! Y juro, ante notario si hace falta, que no es un chiste: tantos años de estudios y el súper consejo de sabiduría oriental que me ha dado la médico ha sido que me pese cada día, apunte el peso y ¡así adelgazaré! ¿Mande? Mi marido se ha reído en su cara pensando que estaba de guasa y, al ver que la otra se mantenía impasible, le ha pedido confirmación: ¿de verdad que por escribirlo en una hoja va a controlar el peso? (porque pesarme, ya me estaba pesando a diario y se lo habíamos dicho, y no ha puntualizado nada en plan "sí, así le ayuda a tenerlo presente y comer menos" ni nada de nada). Pues sí oye, parece que el movimiento de mano para escribir tres cifras y una coma, quema más calorías que caminar dos horas diarias, no sé...  Ya sabéis, dejaos de dietas y de gimnasios, ¡el secreto es hacerse escritor!


    jueves, 10 de enero de 2019

    GARBANCITO JAPONÉS

    Bueno, inauguramos la sección del blog “赤ちゃん a bordo” que, como proponía mi primo, bien podía haberse llamado "Una fallera con kimono de embarazada", donde iré agrupando las entradas que haga contando mi experiencia de embarazo y parto en la Tierra del Sol Naciente (esta es más larga porque es la primera y es el resumen de 4 meses😅). ¡Allá vamos!:
    1. 16/10: Recibiendo la buena nueva. Igual que en España, la noticia de que la familia crecía nos la dio un predictor de los de toda la vida que, aunque con kanjis initeligibles para mí, seguía el mismo patrón de "una rayita= negativo", "dos rayitas = positivo", por lo que no quedaba lugar a dudas. 
    2. 29/10: ¿Y ahora qué? Pues bien, aquí no vale con que te hayas hecho el test en tu casa, si no que, para que el embarazo sea "oficial", tienes que irte a una clínica ginecológica a que comprueben mediante ecografía que, efectivamente, el baby existe (se considera embarazo desde el momento en el que se aprecia el latido del corazón) y te hacen un informe confirmando tu estado de buena esperanza. Así pues, allí que nos fuimos. La primera diferencia galáctica, es que aquí el "potro" (mira que me gusta poco el nombrecito), es eléctrico, y tú te sientas mirando a la pared y de pronto, cual robot futurista, el asiento se eleva, se gira hacia donde está el doctor, te tumba y mueve lo que sea necesario para, por decirlo sutilmente, "colocarte en posición". Entre el médico y tú hay una cortina, ya que los japoneses son muy pudorosos (intrigada estoy de si el parto también me lo van a atender con velo por el medio o qué), pero en el techo hay una pantalla para que puedas ver la ecografía sin problemas. En la primera visita te dan un pequeño álbum para que puedas ir poniendo las ecos que te hacen, ¡si es que son de un detallista! ¡Ah! Se me olvidaba: las clínicas de maternidad son rosas rosísimas: paredes, cortinas, camillas...¡todo! Ellos no hacen problema con lo de rosa-chica/azul-chico.
    3.  08-11: Formalizando el asunto. Como decíamos, para poder iniciar los trámites de revisiones etc. y que conste oficialmente el embarazo, hay que dirigirse al Ayuntamiento. Los funcionarios que te atienden son lo más paciente y servicial que me he encontrado en la vida. Lo primero, después de darte la enhorabuena y preguntarte cómo te encuentras (son majos, ¿eh?), te aclaran punto por punto qué debes de hacer. Te dan la cartilla, que es de embarazo y de salud infantil, todo en uno; miles de millones de papeles informativos, que van explicando tranquilamente y un talonario con 12 cheques descuento de diferentes cantidades. ¡Importante! Aquí toda la salud va por seguro médico, pero el embarazo, al no considerarse enfermedad, sino capricho del matrimonio (alucina), no entra en el seguro, y es una pasta gansa cada visita y el parto, así que tienes que proteger con tu vida ese talonario, que puede salvarte de la ruina, ya que si lo pierdes te dejan claro que no te dan otro.
      Por último, pero no menos importante (¡Ays!, me encanta😍), te hacen entrega del "identificador de embarazada", un llaverito de lo más cuqui, para que te lo pongas en el bolso y los demás sepan, por si no se nota o si  hay dudas del porqué del tamaño de tu barriga, que estás gestando, para cederte el sitio en el metro y cosas así. En él se puede leer la frase: "Hay un bebé en mi barriga".

      ¡¿Es ideal o no?! En resumen, que la chica del Ayuntamiento nos dedicó aproximadamente 50 minutos de su tiempo a nosotros solitos. Ahora, madres del mundo, flipad un poquito: Entre los ochocientos cincuenta y cuatro mil novecientos treinta y seis papeles, me llamaron la atención varios de los servicios que ofrecían para cuando das a luz: Por una parte, un cheque para revisión dental gratuita. No sé a vosotras pero, aunque yo, dado mi histórico dental catastrófico, me he hecho siempre revisión en el primer trimestre, nunca ha sido porque me lo aconseje el médico o la matrona, y el resultado de mis 4 embarazos (además de 4 preciosos hijos), han sido 4 puñeteras desvitalizaciones dentales con sus respectivas fundas y desembolso al canto, así que me parece súper acertado que aquí te repitan por activa y por pasiva que visites al mejor amigo del Ratoncito Pérez. Y por otra parte (y aquí es donde vais a alucinar), una hoja donde te informan que, después de dar a luz, se te hará entrega de hasta 20 cheques de 1500¥ (unos 12€), para que los puedas utilizar en los siguientes servicios: Asistencia en tareas domésticas, preparación de comidas, lavado de ropa, limpieza y organización del hogar, compras (especifica que "para las necesidades diarias", no puedes mandar al ayudante de turno a hacerte una compra en Ikea), cuidado de niños y asistencia en el transporte de los niños al colegio/guardería. ¿¿Cómo te quedas?? Igualito que en España, vaya. Y, como guinda del pastel, tienen el "Sistema de apoyo a la crianza de Yokohama", donde te cuidan al niño o lo recogen de la guarde si tienes "eventos, ceremonias, visitas al hospital, al trabajo o SI NECESITAS TIEMPO PARA TÍ MISMA"!! Anonadada me hallo.
    4. 17/11: 1ª visita al hospital. Aquí la mayoría de la gente da a luz en clínica privada (aclarar que el hospital también es privado, sólo que el coste es menor), pero nosotros elegimos ir al hospital pensando que estarían más preparados de cara a cualquier dificultad en el momento del parto. Bueno, aquí ya me sentí un poco más como en casa, básicamente porque entramos a la consulta con hora y media de retraso. Es cierto que, siguiendo en su línea de practicidad, hay cosas que tienen estipuladas que te ahorran tiempo en la consulta (al llegar tienes un peso y una máquina para tomarte la tensión solita y apuntarla, y en el baño hay vasitos para muestra de orina y una ventanita que comunica con el laboratorio directamente para que la dejes ahí al terminar), pero hay otros detalles importantes que no me hicieron ninguna gracia. En primer lugar: yo entré con mi marido porque se lo permitieron en calidad de intérprete, pero si no, las mujeres van solas a todas las visitas médicas, y me parece que es excluirle de algo muy importante. En segundo lugar, y esto fue lo que más me molestó, aunque sí que está permitido que me acompañe en el momento del parto, en los días de ingreso (que aquí son 5) tiene horario de visita, de 11h a 20h, lo cual quiere decir que las 15h restantes estoy sola o, en el peor de los casos, acompañada de otras 3 puérperas y sus recién nacidos... Vamos, como os podréis imaginar, tocaba las castañuelas ante la noticia. Unido a que nos dieron otros tropecientos papeles con su pertinente explicación (o impertinente, porque creo que si nos das un plano donde está marcado con una flechita por donde tengo que ir a la consulta de dentro de 3 meses, tampoco hacía falta que dedicaras 5 minutos a darme indicaciones...) yo estaba ya entre nerviosa e histérica. Para terminar, dado que tienen overbooking, nos remitieron a una clínica privada para las consultas "ordinarias" y sólo iríamos al hospital para las importantes, así que, siguiendo nuestro turismo embaracil, a la siguiente visita fuimos a un tercer lugar.
    5. 03/12: Eco de la semana 12. Peso, tensión, orina, análisis de sangre y ecografía. Nada diferente a lo que ya estaba acostumbrada, sólo me sorprendió que me hicieron una prueba para descartar cáncer de útero y que, aunque no entendiera nada, me hablaban como si fuera una niña de 3 años: despaciiito, sonriendo cada dos palabras (vamos, le faltaba cogerme los mofletes y decir ¡ayyyy, mi chicaaa!). Todo bien, garbancito japonés está perfectamente
    6. 09/01: Eco semana 16: "Hola, buenos días, estás por encima de la media de aumento de peso para tus semanas de embarazo". ¡Oléééé! Primera buena noticia del año nuevo. Pero, escucha, si me comparas con las fideíllos japonesas, es normal que yo engorde más, ¿no? Nutricionistas del mundo, soy toda oídos. No ha sido para tanto, porque no me han nombrado dieta ni na, pero vaya, la gracia que me ha hecho. En fin, que los resultados de las analíticas estaban todos perfectos y baby niponés está maravitupendástico, aunque es vergonzoso y no dejó que le viéramos la entrepierna.